lunes, 12 de octubre de 2015

Esta casa, es una casa honrada

El timbre de la casa Silva sonó a las doce del mediodía como Celia tenía previsto. Lo escuchó desde su habitación y se asomó a la puerta para asegurarse de que doña Rosalía siguiera las instrucciones que había dejado para ese momento.

--Buenas tardes señorita Aurora --saludó educada Rosalía --. La señorita Celia la espera arriba --añadió abriendo la puerta para dejarla pasar.

Aurora agradeció el gesto aunque en su sonrisa educada se vislumbraba el nerviosismo propio de quien teme saberse descubierto.

--Prefiero esperarla aquí si a usted no le importa.
--Como desee. Permítame entonces que suba para avisarla.

Aurora asintió con la cabeza mientras seguía su ascenso con la mirada. Cuando doña Rosalía giró el rellano, la imponente vidriera con el escudo familiar de aquella casa se erigió ante ella linajudo como nunca antes. Los cuatro seises que conformaban la circunferencia exterior protegían las dos letras que dejaban clara la descendencia familiar y que había visto bordadas con mimo en los pañuelos de Celia.

--Buenos días Aurora --saludó una voz a sus espaldas que la sobresaltó de forma evidente.

Era Diana. Había salido del salón con tanto sigilo que de no ser por el saludo podría haber llegado a su lado sin que se diera cuenta.

--Buenos días Diana --respondió haciendo alarde de la educación recibida y sin embargo con un temblor en la voz que tiró por tierra su seguridad habitual.

Aquella mujer conocía su secreto. Sabía lo que sentía hacia su hermana y a pesar de que Celia le había prometido que ella no diría nada, que no las delataría, no pudo evitar que el sonido de la fusta cortase el aire a su espalda. Gracias a dios, Celia descendió las escaleras casi de inmediato, como si sus plegarias hubieran subido aquellas escaleras y recorrido los pasillos hasta llegar a ella.

--¡Diana! --exclamó Celia sorprendida al ver a su hermana al lado de Aurora --Te hacía en la fábrica.
--Una compañera me pidió ayer que le cambiase el turno. No tengo que ir hasta las dos. ¿No vas a saludar a Aurora? --preguntó sin otra pretensión que animarla a ser lo más natural posible. Doña Rosalía descendía tras ella y sabía que la perspicacia de aquella mujer iba más allá de lo que pretendía aparentar con su, siempre servicial, presencia.

Haciendo caso a Diana, se saludaron con la cortesía propia de dos amigas, aunque en sus miradas podía adivinarse la complicidad de quienes comparten piel. Casi de inmediato se despidieron de doña Rosalía que contemplaba la escena con la sombra de la sospecha sobre su cabello plomizo y de Diana, pero cuando estaban dispuestas a salir por la puerta, Diana las detuvo.  

--Celia. Si no te importa me gustaría hablar con vosotras. Solo será un minuto --dijo intentando parecer indulgente ante las caras descompuestas de ambas mujeres.

Con un sutil movimiento de cabeza las indicó que el salón sería el mejor lugar para mantener la conversación que había meditado y preparado a conciencia durante la noche y que, al escuchar las indicaciones de Celia, había decidido llevar a cabo. Con la misma sutileza, le indicó a Rosalía que su presencia allí, ya no era necesaria.
Celia, en un intento por tranquilizar a Aurora que parecía estar quebrándose con cada paso, rozó su mano con cariño y se colocó detrás en un gesto de protección que la enfermera agradeció con la mirada.

--Tú dirás Diana --dijo Celia cortando el desafío en los ojos de su hermana que empequeñecía por momentos a Aurora.
--Quiero que quede clara una cosa --comenzó a decir --. Yo no voy a juzgaros, ni a entregaros. Celia me contó en que consiste la terapia y no seré yo quien os empuje a esa crueldad. Como ya le dije a mi hermana el otro día miraré para otro lado si es necesario. No voy a interponerme en su felicidad y por lo que parece, usted hace que eso sea posible --dijo dirigiéndose a Aurora que escuchaba atenta --, pero quiero que tengáis una cosa clara. Sobre todo usted --su mirada intimidante volvió a clavarse en Aurora removiendo de nuevo el sosiego que había comenzado a instalarse en ella --. Mis hermanas no son como yo. No serán tan benévolas, ni tan comprensivas...
--Diana no creo que sea necesario...
--Déjame terminar Celia --sentenció --. Yo haré lo posible por mantenerlas al margen y porque entren en razón en caso de descubrir que entre vosotras hay algo más que una simple amistad, pero esta casa, es una casa honrada y por mucho que seáis dos mujeres eso no os da derecho a encerraros en una habitación a solas.

--Diana... Dejé la puerta abierta... --dijo Celia a modo de excusa.

--Deja que termine --dijo Aurora con los ojos esperanzados, la sonrisa contenida y las manos entrelazadas al creer comprender cuales eran las pretensiones de Diana.

--Gracias --respondió cortés --. Ninguna de nosotras ha subido jamás a un pretendiente a su habitación sin tener un motivo de peso y vosotras no vais a ser la excepción. En esta casa no quiero ni besos, ni caricias, ni nada que pueda evidenciar que vuestra amistad no es tal cosa. Demasiado tenemos con lo que tenemos como para que encima os descubra Adela ¡O Blanca! ¡Madre mía! No quiero ni imaginarme que hubiera pasado de haber sido ella quien hubiese entrado el otro día en la habitación.
Celia asintió con cabeza comprendiendo a que se refería su hermana.

--Ojalá las cosas fueran diferentes --añadió como si sintiera el peso de una responsabilidad que no la correspondía -- La sociedad puede ser despiadada, sobre todo con las mujeres y aun más si las mujeres son... distintas --Aurora la miraba comprensiva, Celia algo avergonzada por las restricciones impuestas, pero ninguna esperaba lo que Diana iba a decir a continuación--. Aurora, quería aprovechar para pedirle algo.
--Cuidaré de Celia --dijo adelantándose a lo que ella pensaba sería la petición normal de una hermana mayor.
--Eso lo doy por descontado, pero no es eso. Quiero acudir a una de las reuniones del grupo de sufragistas.
--Pero, Diana...
--Necesito acudir y cuantas más seamos mejor ¿no?

Aurora asintió complaciente a pesar del intento de negativa de Celia. Diana tenía razón, el movimiento necesitaba apoyo y mujeres fuertes como ella. Quedó en informarla de la hora y lugar de la próxima reunión y dieron por finalizada la conversación.
Diana las acompaño hasta la puerta que abrió en un acto de cortesía. Celia dejó que Aurora saliera primero y se detuvo bajo el dintel de la puerta.

--Diana. Espero que luego me cuentes a que viene tu interés por acudir a una reunión. Espero que no estés buscando a la mujer que vimos con Alonso, tendrá sus motivos para mantenerte al margen...



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