jueves, 22 de octubre de 2015

Convirtiendo el día en noche

La luz de los primeros rayos de sol comenzó a colarse por la rendija de la cortina a las siete y media de la mañana. Los ojos aún dormidos de Celia sonrieron al ver los restos de cera de las velas consumidas y la botella de champán vacía sobre la mesa y en un ataque de cordura mañanera, se preguntaron por qué ninguna cortina era barrera suficiente para el sol. Escudriñó la habitación para terminar de ubicarse y vio en el suelo la ropa de Aurora cubriendo su ropa, comprendió entonces que esa era la función de aquella abertura, hacer que quienes habitaban la habitación fueran conscientes de su suerte. Se acurrucó sobre la espalda de Aurora, cálida y suave como la brisa del verano y cayó en la cuenta de que nunca había dormido desnuda con nadie, aunque en realidad tampoco lo había hecho vestida. Las veces anteriores habían tenido que salir corriendo de allí, su avaricia por consumir hasta el último segundo no les había permitido disfrutar el tiempo suficiente como para apreciar lo bien que sentaba ese descanso. Sentía su piel más suave, tan suave que el roce de sus propios movimientos hacía que se le erizase el vello y no pudo evitar comprobar si a la piel de Aurora le había ocurrido lo mismo. Acarició su espalda con cuidado de no despertarla y besó la vértebra que marcaba el inicio de su nuca en la que hundió la nariz. Aurora estaba preciosa con el pelo suelto y si a eso le unía la paz que sus sueños provocaban en su rostro y la bruma de los rayos de sol que la habían despertado, la visión era algo celestial. Besó su cuello uniendo los dos lunares que lo hacían único y sonrió recordando el juego en el que Aurora se vio inmersa con los suyos días atrás. Se sentía feliz, más feliz de lo que recordaba haber estado jamás y se sintió tan extraña que sin quererlo comenzó a valorar los momentos felices que recordaba;
El primer libro que cogió a hurtadillas de la biblioteca del salón, la galleta que robó sin que su madre se enterase de aquella pastelería nueva que habían abierto dos manzanas más abajo de su casa y a la que volvía con asiduidad esperando poder volver a hacerlo, el carricoche que esperaba al lado de la chimenea el día en que los reyes decidieron premiarla por sus buenas notas o la primera vez que dejaron que saliera sola en compañía de sus amigas. En su progreso vital por la felicidad plena llegó a la sonrisa de Petra, al abrazo orgulloso con el que la esperó el día que aprobó el examen de maestras o sus bailes en la verbena la noche que Miguel decidió dar prioridad a sus amigos. Recordar aquello la hizo frenar un segundo. Miró el techo blanco y aunque quiso arrepentirse no pudo. Reconoció en su interior una sensación nueva. Había crecido, había madurado y aunque la forma de hacerlo hubiera sido tan dolorosa que en ocasiones aún tenía pesadillas, lo había logrado, se había creado a si misma y en esa creación había descubierto que lo que sintió por Petra, aunque sincero en su momento, había desaparecido. Con el blanco del mismo techo como fondo a sus pensamientos retomó el viaje y sintió los brazos cálidos de una Aurora inconfesa evitando su caída y el acelerón de su corazón cuando al fin confesó que compartían sentimientos. Llegó a aquel banco sintiéndose más sola que nunca y sus palabras sinceras la hicieron saber que nunca más volvería a estarlo. Se giró de nuevo buscando la confirmación de la piel expuesta y sin saber como, se vio tumbada sobre la cama leyendo las cartas de Víctor Dumas con la sonrisa estúpida de quien siente entre sus manos el corazón ajeno.
--¿Qué es eso que te impide volver a conciliar el sueño? --preguntó de pronto Aurora en un susurro que lanzó sobre ella todo el peso de la culpabilidad.
--´Tenerte desnuda tan cerca y dudar si despertarte o no --respondió golpeando con dureza aquel pensamiento que ni venía a cuento, ni tenía cabida dentro de aquella cama.
--Pues ya no tienes que dudar más amor --dijo girándose hacía ella con los ojos entrecerrados y los labios preparados para el beso de buenos días que Celia recibió encantada.
--¿Sabes? Nunca había dormido con nadie, supongo que tu si, aunque si te soy sincera prefiero no pensarlo, pero sería maravilloso poder hacerlo cada noche.
--No creo que tus hermanas volvieran a creerse que los padres de mi sobrina te pidieran como favor quedarte con ella mientras atienden una cena de negocios ineludible --respondió Aurora sonriendo --, pero si quieres volver a intentarlo, yo estaré encantada de prestarte mi hombro como almohada --añadió acurrucando contra su pecho la ilusión desvanecida de Celia que recobró al instante la sonrisa --. Si te sirve de consuelo a mi también me encantaría despertarme cada mañana a tu lado. Acariciarte el pelo... --dijo melosa dejando que sus manos dieran vida a sus palabras-- Besarte, una y otra vez, ¿Cómo era? Hasta que se nos sequen los labios... perder mi boca en tu cuello perfumado... y desayunarte el pecho, despacio, como si no hubiera nada más que llevarse a la boca, como si de ellos dependiera que yo pudiera seguir respirando.
--También podrías alimentarte en mi vientre --sugirió Celia rodeándose el ombligo con el dedo índice.
--También... --respondió obedeciendo, apartando con la lengua el dedo que indicaba el recorrido -- Y ¿Quién sabe? Si me quedase con hambre podría bajar por la línea oblicua de tu cadera... agarrarte el muslo con los dientes o lamer el empeine de tus pies de princesa...
--Siento informarte que ahí, solo hay huesos...
--Y yo siento informarte de que tengo mucha sed. Tanta, que cuando termine de contar los besos que te caben en las piernas, dejaré de hablar y beberé de ti hasta que me sacie. Hasta que caigas rendida. Hasta que los rayos de sol que dibujan tu cuerpo desnudo sientan tanta vergüenza que decidan darse la vuelta y que conviertan así el día, en noche de nuevo. De ese modo podremos volver a empezar...Una y otra y otra vez.

4 comentarios:

  1. Madre mía, esto, sin palabras señora, increíblemente hermoso, apasionado, precioso. Muchas gracias. Soy COPITO. Bueno, me llamo Raquel

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  2. Respuestas
    1. Gracias. Es todo un honor viniendo de tan sabias lanas.

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    2. Gracias. Es todo un honor viniendo de tan sabias lanas.

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