martes, 27 de octubre de 2015

A todo menos a humo.

La conversación con Petra en la cocina hizo que salieran de casa con una dolorosa complicidad. Celia sabía que Aurora estaba fuera esperando, pero la tentación que había sentido de confesarle a Petra su relación con ella seguía pesando sobre sus nervios infantiles y la tenía completamente alborotada. Se moría de ganas por hablar con alguien de sus sentimientos hacia la mujer que esperaba al final de las escaleras, necesitaba explicar que sin la inmensa luz de su sonrisa, que añoró al ver su mandíbula apretada, no habría conseguido ver que al final del tenebroso camino al que tuvo que enfrentarse, la esperaba una vida entera. En sus gestos podía apreciarse la felicidad de quien ha recuperado algo que creía perdido, algo grande que se había vuelto tan insignificante que parecía haber desaparecido, algo que Aurora en su miedo percibió como la brasa incombustible que aviva de nuevo el fuego y arrasa con todo.
La angustia de aquel humo que la impedía respirar se apoderó de su rostro y lo descompuso en mil pedazos. En él, pudo vislumbrar la pesadilla del baile de sus cuerpos enlazados, desnudos, sudorosos y tan silenciosos que ni el viento gélido de la noche se habría atrevido a golpear la ventana. La pesadilla que la había tenido toda la noche en vela, llorando profundamente abrazada a una almohada sin corazón que no supo consolarla, que no supo hacer su función, que dejó que su cabeza fuera mecida por el mismísimo diablo, por el mismo diablo que sintió al escuchar su voz aterciopelada situándola en un lugar que no la correspondía. Ella no era una compañera de la escuela de maestras, ella no era una amiga, ella era la mujer que recogió los pedazos que su rostro angelical había esparcido por el suelo al traicionarla. Ella era su pareja y maldijo tanto sus propios consejos que, para evitar gritarle la verdad en el medio de la calle abarrotada, decidió hacerla participe de lo que su traición había supuesto.
Celia pudo sentir el dolor de Aurora. Comprendió que aquella hostilidad se debía, en parte, a la manera en la que había hecho las cosas. Las había hecho mal, no lo había comprendido hasta entonces y al hacerlo sintió la necesidad de concederle a Aurora el mérito que merecía. Sintió de nuevo el deseo de confesar lo que sentía hacía aquella mujer que la miraba con tristeza, pero al igual que le había ocurrido en la cocina, un aliento de cordura invadió su corazón acelerado y lo detuvo con la prudencia recalcada.
Se despidieron de Petra que sintió sin dudar que molestaba, que no era el momento, que no había estado acertada con su suposición, que había algo más que su amiga no la había contado. Se despidieron de ella y sus miradas se enfrentaron. Los ojos de Aurora estaban vacíos, llenos de una nada que Celia sintió la necesidad de llenar. Confesó una pena con la que Petra se hubiera sentido incómoda y pronunció las palabras más sinceras que había pronunciado jamás:
-- Yo te quiero a ti --dijo dejando que Aurora viera en la pupila de sus ojos la candela que necesitaba para volver a dejar que aquella mirada iluminase su camino.
Lo dijo sin pensar, la salió de lo más profundo de sus entrañas remendadas y se sintió la mujer más dichosa del mundo cuando enhebró su brazo en el brazo de Aurora rumbo al único lugar en el que no tenían que disimular que se querían, que se deseaban, al único lugar en el que podian ser lo que quisieran. Ser o no ser, sin nada más que sus almas desnudas.
Aurora sonreía, las palabras de Celia mecían sus pensamientos en una ola que iba derribando las dudas, los celos, los problemas que se avecinaban y que dejó apartados para centrarse en disfrutar de aquel momento del que tantas veces había huido y hacia el que en ese momento correría sin dudarlo.
Entraron en el hotel y sintieron en la mirada del muchacho que les entregó la llave de la habitación la complicidad de quién también guarda un secreto. Su pelo rubio recalcaba el azul de unos ojos que parecían saber más  de lo que deberían y en los que sin embargo podía intuirse el silencio. Aurora dejó que sus zancadas al subir las escaleras mostrasen su premura. Un te quiero necesitaba besos que lo mantuvieran vivo, que le hicieran comprender que no había sido dicho en vano y sin embargo al entrar en la habitación se quedó paralizada, inmóvil ante la cama que deseaba deshacer.
-- ¿Pasa algo? -- preguntó Celia buscando sobre la colcha limpia y bien alisada la respuesta.
Aurora no respondió, simplemente se giró y la sujetó la cara con las manos frías. Clavó sus ojos en los labios de Celia y los besó como aquella vez en su cuarto, desde dentro, desde lo más profundo del nerviosismo de las primeras veces. La besó con la promesa hecha carne del te quiero contenido que guardaba junto a los sueños que no contaba por miedo a que perdieran lo idílico de la magia que los hacía irrepetibles. La miró y abrió seis de los siete candados del baúl dónde lo tenía escondido y con la última llave preparada al borde de la lengua desnudó a Celia y la tumbo sobre la cama.
-- ¿Vas a decirme ya eso que te arde en la mirada? -- Aurora negó con la sonrisa --¿No? -- Los dientes provocadores de la enfermera mordieron su labio indeciso y nego de nuevo -- Entonces tendré que torturarte dijo levantandose, cambiando los papeles, tumbándola sobre la cama.
--¿Torturarme?
En aquella ocasión fue Celia la que permaneció en silencio. Se acercó al montón abandonado de su ropa y rescató de entre ella su pañuelo. Cubrió con él los ojos de Aurora que se resistió sin convicción y miró  a su alrededor buscando algo con lo que llevar a cabo su amenaza. Sonrió al comprobar que el cabecero de la cama era de forja y cogió los cordeles que sujetaban las cortinas. Se acercó de nuevo a la cama y rodeó con ellos las muñecas de porcelana de la marioneta en que Aurora se había convertido.
-- Espero que tengas piedad -- susurró mientras Celia levantaba sus brazos por encima de sus hombros y apretaba con ternura las lazadas.
-- Ser piadosa no está en mis planes -- respondió mientras desabrochaba uno a uno los botones de la camisa que apartó hacía los lados -- ¿Vas a hablar? -- preguntó mordiendo la curva del pecho que turgente asomaba por encima de la tela del corsé blanco.
Aurora negó de nuevo y Celia deslizó la falda que cubría las piernas juguetonas que buscaban una carne que aún no estaba dispuesta a entregar.
-- ¿Ahora? -- preguntó de nuevo mordiendo el hueso de la cadera que marcaba el inicio de la tela de su ropa interior de la que tambien se deshizo deslizandola con una parsimonia desesperante.
-- No, y si te soy sincera se me ha olvidado que era lo que te iba a decir -- respondió divertida intentando deshacerse de las ataduras.
-- Quizás si me siento encima... -- dijo llevando a cabo su amenaza. Dejando que el peso de su cuerpo cayera sobre la pelvis de Aurora que se elevó buscando el calor ajeno.
-- Sigo sin recordarlo --respondió buscando con los muslos la espalda curvada de Celia que subió con cuidado hasta quedar sentada sobre el pecho de Aurora que intentaba respirar profundo para sentirla en plenitud.
-- Si no vas a decirme que era eso que pensabas no necesitas tener la boca libre -- susurró Celia retomando el ascenso que la situó justo encima de los labios de Aurora que sin resistirse recibió aquella tortura completamente sumisa.
Las manos de Celia se amarraron al mismo cabecero que apresaba las de Aurora y sus ojos se entregaron a la oscuridad de quién los cierra desviando los sentidos al punto concreto del cuerpo entregado. Aurora obedecía las ordenes mudas del vaivén de la cintura inquieta de Celia y descubrió que todo el aire de la habitación se había impregnado con el olor de sus cuerpos desnudos, de sus respiraciones entrecortadas, de un sexo con ataduras al que estaba dispuesta a entregarse para siempre sin volver a dudarlo. Sorprendida y halagada, correspondida, amada y orgullosa, descubrió ante el cuerpo vencido de Celia que aquel aire volvía a oler a nada, a nada y a todo. A todo, menos a humo.

3 comentarios:

  1. Madre del amor hermoso... me has dejado toda afectada con este capítulo.

    Primero de todo, me ha encantado el guiño que has hecho a los nombres de las maravillosas actrices que dan vida a estos personajes que amamos tanto, fantástico.

    Y después al capi... Me encanta cómo vas contando los diferentes estadios de emoción por los que va pasando Celia con respecto a Petra y luego con Aurora también, cuando las tiene a las dos juntas. Y cómo nos transmites el sufrimiento y los celos de Aurora la noche anterior.

    Y, ¿qué te digo de la tortura de Celia para Aurora?... has subido la temperatura unos cuantos grados, querida. Y siempre contándolo con una gracia especial. MI sincera enhorabuena.

    Sigue con ello, que este paralelo es el complemento perfecto para la serie.

    Besos de una admiradora.

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    1. Jejeje milllll gracias! Con comentarios así todo el esfuerzo queda compensando! Que fuerte suena la palabra admiradora cuando "dudas" del contenido. Gracias de verdad.

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  2. Perfecto, precioso... no tengo palabras para describirlo. Me encanta. Cada día te superas más. Tienes un don de la palabra. Cada cosa que escribes, cada sentimiento, cada acción,... haces que sienta lo que siente y piense lo que piensa cada personaje y haces que incluso sienta todo como si estuviera presente en cada escena. No sé cómo lo haces pero me encanta en serio. He leído otros fanfics de otras parejas y el tuyo y tu don de las palabras a superado con creces a los otros, sobre todo porque escribes diariamente (razón por la cual supongo que tus relatos son cortos) y eso se agradece. La única pega es que son cortos, pero supongo que será porque no tienes mucho tiempo para escribir y al subirlos casi a diario no te dará tiempo, pero da igual, aún así son increíblemente perfectos. Y he de decirte una cosa, esas escenas de sexo …… me han llegado hasta a mí y he sentido cosas hasta yo jajajajajaja mi más sincera enhorabuena y sigue así jeje besos :D

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