lunes, 30 de noviembre de 2015

Nada es imposible si sujetas mi mano

Cuando doña Rosalía descolgó el teléfono, la voz de la telefonista anunció que había una llamada desde Cáceres para la señorita Celia Silva. Ya lo había hecho en otras tres ocasiones desde el martes, pero la respuesta del ama de llaves siempre había sido la misma; La señorita Celia no se encuentra en casa en estos momentos. Aquella respuesta, tan normal para la mujer que intentaba unir a través de los cables de la centralita, Cáceres con Madrid, desconcertó a Aurora en la primera ocasión. Conocía perfectamente el horario de estudios de Celia y a pesar de la decepción, se tomó aquella ausencia como algo ocasional. La segunda vez que llamó, la respuesta de la telefonista, activó en Aurora una alarma silenciosa, un sentimiento encontrado en su pecho que comenzó a latir más rápido de lo normal y que la llevó a buscar en todos los periódicos una posible respuesta. Estaba preocupada y encontrar el titular que anunciaba la bomba en el Ateneo y que culpaba directamente a Celia Silva, no ayudó a que se tranquilizase. Llamó de nuevo, obtuvo la misma respuesta y colgó el teléfono con tanta rabia que no supo como disculparse ante la amable señora que la observaba desde el sofá del salón y que le había ofrecido aquel "cacharro", así lo llamaba ella, con toda su buena voluntad.
--Discúlpeme. No debería haber colgado de ese modo.
--¿Malas noticias? --preguntó la amable mujer ofreciéndole a Aurora asiento.
--No tengo noticias que no sé que es peor --respondió aceptando la invitación aunque con la cabeza en otra parte.
--Los viejos solemos decir que la ausencia de noticias son buenas noticias, pero ya sabe como somos los viejos, nunca nos enteramos de nada. Seguro que su amiga está bien.
Aurora miró a aquella mujer sorprendida, tanto que olvidó por un instante la preocupación que sentía porque a Celia pudiera estar ocurriéndole alguna desgracia, porque pudiera estar en peligro, encerrada o incluso muerta.
--No sea tremendista --dijo la mujer posando su mano arrugada y temblorosa sobre la de Aurora como si pudiera leerle el pensamiento --. Seguro que todo es un mal entendido. Venga mañana y vuelva a intentarlo.
Y allí estaba, sentada de nuevo en la silla de oscuro barniz y horroroso tapizado que aquella mujer había colocado junto al teléfono, esperando con angustia escuchar la voz de Celia al otro lado.
Pasó un minuto desde que la telefonista anunció que la llamada había sido aceptada, un minuto eterno en el que se acomodó y se desacomodó, en el que cruzó y descruzó las piernas, en el que hizo y deshizo muchos más nudos de los que fue capaz de contar con el cable recubierto del teléfono.
--¿Aurora? --preguntó por fin la voz entusiasmada de Celia al otro lado.
--¡Celia! ¡Oh Celia no sabes lo preocupada que estaba! --respondió Aurora agarrando con fuerza el auricular y apretando contra su boca el micrófono como si intensase que la fuerza contenida que da la inmensa alegría traspasase el aparato -- ¿Qué ha pasado? Te estuve llamando y no me cogían el teléfono y luego leí lo del Ateneo y ponía que tú eras la culpable y...
--Aurora --susurró Celia desde el otro lado --, tranquilízate, estoy bien. Fue un mal entendido.
Aurora, no pudo evitar mirar a la mujer, que, como si pudiera estar escuchando lo que Celia decía al otro lado, sonrió sabiamente y ocultó su rostro tras el periódico del día concediéndola así la intimidad necesaria para tan esperada conversación.
--Cuéntame que ocurrió. Leí que habían atentado contra el Ateneo y que tú eras la principal sospechosa.
--Antes de contarte nada... ¿me concedes un minuto? No tardo nada --Aurora accedió extrañada --. Ya he vuelto --dijo Celia antes de los sesenta segundos --, ahora podemos hablar de lo que quieras.
--¿Dónde has ido?
--Qué he hecho sería la pregunta adecuada --respondió Celia divertida.
--¿Y qué has hecho?
--He bajado un poco las persianas del despacho y me he sentado en el suelo, bajo la mesa, como cuando era pequeña y quería estar sola, viajar a otros mundos.
--¿Y a donde quieres viajar ahora?
--¿Dónde viajarías tú si pudieras?
--A tu lado Celia, viajaría a tu lado.
--Pues vámonos entonces.
--¿No vas a contarme lo del Ateneo?
--Solo si me prometes que luego me vas a llevar a algún lugar en el que podamos estar a solas.
--No sé de cuanto tiempo dispongo Celia --dijo Aurora algo apesadumbrada.
--Dispone usted de todo el tiempo que necesite. El camino que están recorriendo ustedes dos no parece fácil y no será esta vieja quien les vaya arrojando piedras --dijo una voz desde detrás del periódico a la que respaldaron dos ojos pequeñitos y casi grisáceos que se asomaron por encima un instante y volvieron a desaparecer como si nada hubiera ocurrido.
--¿Has escuchado? Cuéntame que ocurrió porque tengo permiso para llevarte hasta a el paraíso si así lo deseas.
--Esa mujer podría ser perfectamente una de las mujeres de la carpeta marrón que me enseñó el otro día el jefe de policía --respondió Celia dejando claro que había escuchado a la anciana.
--¿Te interrogó el jefe de la policía?
--Bueno, digamos que lo intentó, pero no era muy avispado y me dio más información de la que yo le di a él. Me enseñó una carpeta con todas las sufragistas que tienen localizadas Aurora, ¡no sabía que éramos tantas! Fue muy reconfortante saber que, aunque no hubiera ninguna a mi alrededor, no estaba sola. Además después las escuchaba gritando desde la celda y me escoltaron hasta los juzgados, fue tan emocionante...
--Celia, Celia, espera --dijo Aurora intentado asimilar toda aquella información --. ¿Celda? ¿Juzgados? ¿Te pegaron Celia? Sé como funcionan los interrogatorios hacia las sufragistas y si por lo que parece creían que habías puesto tú la bomba en el Ateneo... --Aurora no pudo continuar al imaginarse a aquellos policías sacándole a Celia la información a golpes.
--Si Aurora, me golpearon, pero eso no es lo peor. Yo al fin y al cabo puedo contarlo.
--¿Qué ha pasado?
--Cuando estaba detenida, Bernardo vino a verme. Alguien había vuelto a publicar un artículo en mi nombre y era evidente que yo no podía haber sido porque estaba encerrada...
--Lógico ¿no?
--No. Aquí la lógica y la razón no tienen cabida. Dijeron que podía haberlo dejado escrito con anterioridad, que podía haberle ordenado a alguien que lo mandase publicar en caso de que me detuvieran, como coartada ¿sabes?
--Comprendo ¿y que pasó?
--Pues resulta que al final encontraron a la mujer que estaba haciéndose pasar por mí, una tal Azucena Barbero. Llevaba consigo un nuevo escrito y al ver que volvía a estar firmado con mi nombre la detuvieron.
--Me alegro de que al final encontrasen a la culpable. No podemos dejar que el fin del sufragio se mal interprete por mujeres radicales que no saben donde están los límites.
--Lo sé Aurora, pero esa mujer ha muerto.
--¡Cómo que ha muerto!
--Dijeron que se había suicidado en su celda, pero yo estoy convencida de que la mataron a palos. Diana y yo hemos conseguido que las mujeres de la fábrica se unan a las protestas del grupo. Queremos que se esclarezca lo ocurrido y hemos decidido manifestarnos ante la comisaría hasta que nos den una explicación.
--Celia...-- en el tono de voz de Aurora se notaba la preocupación -- Comprendo tus dudas y entiendo que quieras saber que le ha ocurrido a esa mujer, pero prométeme que tendrás cuidado.
--Ya me conoces Aurora --respondió con ese tono despreocupado que dibujó una sonrisa inocente al otro lado de la línea --. Prometo que tendré cuidado, además, la prensa se ha hecho eco de la noticia, no se atreverán a culparme de nada si consigo su respaldo.
--Celia, la prensa, la mueven los mismos que nos niegan nuestros derechos. En cuanto vean que os pasáis del límite, dejarán de apoyaros y mirarán hacia otro lado.
--No traspasaremos el límite, te lo prometo.
Aurora no se quedó muy convencida, conocía a Celia y a Diana y sabía que ninguna de las dos pararía hasta conocer lo que le había ocurrido en realidad a Azucena, pero aún así decidió creerla y dar el tema por zanjado.
--¿Qué tal están las cosas en casa? --preguntó sin saber que casi hubiera sido mejor seguir hablando de la impostora.
--Mal Aurora --respondió Celia con la voz quebrada.
--¿Qué ha ocurrido? --preguntó de nuevo intentado averiguar el porqué de aquel cambio tan repentino.
--Francisca ha perdido el bebé que esperaba.
Un silencio traspasó la línea.
--Vaya, lo lamento.
--Y nosotras. La pobre está hundida, enfadada con Luis y con el mundo.
--¿Con Luis?
--Si. Estaban discutiendo en las escaleras, Luis le sujetó el brazo justo cuando ella se disponía a bajarlas y cayó por ellas. Le culpa de lo que ha ocurrido, fue un accidente, pero si no la hubiera sujetado...
--Comprendo y no sabes cuanto lo siento, imagino que no estará siendo fácil para nadie.
--Nada es fácil Aurora y yo ya empiezo a estar cansada de que la desgracia se cebe con nosotras...
Un nuevo silencio se apoderó de los teléfonos de ambas. Celia miraba al suelo, como si en la moqueta vacía de aquel despacho fuera a encontrar las soluciones a todos los problemas de la casa Silva.
--¿Sabes? --preguntó Aurora en un susurro que devolvió a Celia a la realidad -- Ojalá pudiera sentarme a tu lado y cubrirte con mi capa, dejarte mi hombro y mi silencio...
--Si cierro los ojos casi puedo sentirte conmigo --respondió Celia imaginando que aquel deseo se convertía en realidad.
--Pues ciérralos y escúchame, porque no puedo ir a abrazarte, ni a darte un beso que te consuele, pero si puedo hablarte. En este pueblo he aprendido que las palabras pueden llegar donde muchas otras cosas no llegan, tú deberías saberlo mejor que nadie. A mí no se me da tan bien como a ti, pero te lo he prometido y voy a intentar que nos olvidemos de este mundo por un rato ¿Te parece buena idea?
Celia no dijo nada. Simplemente permaneció en silencio y obedeció, cerró los ojos y confió en que Aurora pudiera haber visto el asentir de su cabeza.
-- Lo primero que vamos a hacer va a ser tumbarnos sobre la hierba recién cortada de un prado tan extenso como el mar --susurró --. El cielo está despejado, tanto que su azul parece blanco, tanto que casi puede reflejarse el verde esperanza que nos rodea y que alberga en ese aroma tan adorable que llena nuestros pulmones con la vida que viene y no con la que se va. Sé que es un encuentro improbable, pero no imposible, nada es imposible si sujetas mi mano, así que tómala --Celia extendió su mano sobre la suave moqueta y fue llenando su vacío con aquellas palabras susurradas que, convertidas en pincel, dibujaban para ellas una obra de arte de la que ya se sentía dueña --. ¿Sientes la brisa cálida acariciándote la piel? Si... la piel, porque en ese lugar no hay nadie y me he permitido el lujo de dejarte descansar desnuda, con mi hombro como almohada, con mi cuello como única fuente en la que calmar tu sed, con mi vientre como apoyo para tus manos y con mis piernas entrelazadas a las tuyas que me acarician inquietas y suaves como la pluma virgen de un pájaro que nunca ha volado. Respira profundo y deja que la caricia de mi mano, subiendo despacio por tu espalda, erice tu piel. Siéntete protegida, porque en este mundo que te regalo no existe el mal, ni el miedo, no hay problemas, ni distancias... estamos solas tú y yo --Aurora levantó la mirada intentando averiguar si aquella amable mujer podría estar oyendo la conversación, pero parecía leer plácidamente --.
--¿Cómo de solas? --preguntó Celia melosa.
--Lo suficiente como para que puedas acariciarme el pecho, jugar con mi ombligo o contar de nuevo mis lunares si lo deseas.
--¿Lo suficiente como para levantarme y correr gritando con los brazos extendidos que te quiero?
--Si.
--¿Lo suficiente como para que me persigas y caigamos rodando envueltas en un beso húmedo y eterno?
--Si Celia, lo suficiente como para eso. Lo suficiente como para que si lo deseas hagamos el amor sobre ese colchón mullido con las montañas lejanas y la libertad de los pájaros imparables como únicos testigos...
--Me gusta ese lugar pero...
--No hay peros Celia, porque si haces reales las palabras que lo siguen, ese mundo se desvanecerá y quiero permanecer caminando por él, de tu mano, hasta que podamos volver a hablar, hasta que podamos volver a vernos, hasta que podamos cambiar esa hierba por una cama, esa brisa por nuestro aliento y el olor de la hierba recién cortada por el de nuestros cuerpos empapados de pasión.

2 comentarios:

  1. Así que estás al 80%? pues menos mal, porque yo estoy al 40% de ánimo y me he emocionado de verdad.
    Me ha dado la sensación que la venerable señora del "cacharro" las entiende de verdad, las comprende y eso me agrada.
    El miedo de Aurora, al no poder contactar con Celia, la impotencia por no poder hacer nada, el temor a que le hubiera ocurrido la mayor de las desgracias
    La tranquilidad al escuchar su voz al otro lado del teléfono, y cómo se cuentan las vicisitudes
    Y esa maravillosa fantasía que viven desde la inspiración de Aurora, deseando ampararla, protegerla, amarla hasta olvidarse de que hay alguien mas que ellas..
    Sí es un sueño con los ojos abiertos, pero maravilloso y que consolará sus soledades
    Las palabras se valoran mucho, nosotras bien lo vivimos en este extraño y fascinante mundo virtual que compartimos en Twitter

    No me extiendo más q me he prometido no ser pelma y lo soy en exceso, pero sí quiero que te quede claro que me ha gustado mucho y si eso te anima aunque sea una miaja, ya me satisfará de verdad.

    Un abrazo y mil gracias Raquel

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  2. Adri como siempre pones en papel mucho mas que palabras. Pones emociones, sensaciones, sentimientos. Me haces vivir lo que escribes y de paso me emocionas de muchas maneras.
    Gracias por mantener vivo el paralelo, me ayuda a mantdner la esperanza en que aurora aurora regrezá y celia.podra ser feliz.

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