martes, 24 de noviembre de 2015

Una carpeta marrón

La policía se llevó a Celia sin que ella opusiera ninguna resistencia. Tenía la conciencia tranquila, bueno, relativamente, porque no podía dejar de darle vueltas a su empeño por publicar aquel artículo con su nombre. Tal vez, si no lo hubiera hecho, la persona que la estaba suplantando, la que había llevado a cabo la amenaza de poner una bomba en el Ateneo, no hubiera tenido tapadera para hacerlo, para obrar libre e impunemente. No se resistió, sabía que aquellos agentes no iban a andarse con tonterías, los cargos que pesaban sobre ella eran demasiado graves como para arriesgarse a hacer algo que les diera la excusa de llevarla por la fuerza o incluso para terminar con ella si lo creían conveniente.
Entraron en la comisaría, ella iba esposada, muerta por una vergüenza que no debería estar sintiendo y que se acrecentó cuando todos los agentes comenzaron a aplaudir su detención. Las esposas le apretaban las muñecas, conocía aquella sensación, pero la diferencia era abismal; las vendas apretaban para mantener dentro de ella la vida, la fuerza, para sanarla y aquellas esposas apretaban, pero para hacer todo lo contrario.
Intentó explicarse, durante el camino y antes de entrar en las dependencias, pero nadie la escuchó, ni siquiera cuando la sentaron en aquella sala lúgubre en cuyo interior solamente había una mesa de madera y una silla a la que ataron sus pies con unos grilletes que probablemente llevasen allí años. Aquel pensamiento la hizo imaginarse, atada a ellos, a Aurora y casi pudo sentir en el frio y oxidado hierro, el tacto de sus tobillos. Estaba incómoda y no podía negar que tenía miedo, pero sentir, una vez más, la presencia de su salvadora, aunque estuviera lejos, hizo que se relajase y llenase el pecho con el aire del orgullo y la convicción de quien se sabe inocente. Pidió agua y para su sorpresa, un policía joven, casi recién salido de la academia, entró en la sala con una jarra y un vaso, los dejó sobre la mesa y salió sin decir una sola palabra, pero con una sonrisa socarrona que dejaba claro que Celia no podría servirse sola y que nadie lo iba a hacer por ella. Apretó los dientes y forcejeó inútilmente con la rabia contenida. Se sentía una rata encerrada en una trampa y aunque luchó por zafarse de sus ataduras, fue imposible. Intentó tranquilizarse, auto convencerse de que aquello estaba siendo un error, que la policía se daría cuenta y que la sacarían de allí pronto. Observó las paredes ennegrecidas y se percató del intenso olor a tabaco de aquel cubículo sin ventanas. Pensó en lo que Aurora le dijo después de que fuera ella la presa y valoró si de verdad merecía la pena pasar por aquella situación en pro de la causa. Respiró profundo y concluyó que sí, que si tenía que estar allí por defender sus ideales estaría, pero como no era el caso, como las ideas que habían cubierto la ciudad con aquel olor a pólvora, a muerte y a caos, no eran las suyas, comenzó a gritar que quería que la liberasen, que era inocente, que ella no había sido la autora de aquellos escritos tan radicales. Nadie la hizo caso, ni siquiera para llamarle la atención por los gritos, por lo que supuso que aquellas paredes debían ser mucho más gruesas de lo que parecían. Gritó de nuevo un par de veces y cuando estaba a punto de rendirse, alguien abrió la puerta.
-- Soy el jefe de policía de este departamento --se presentó olvidando que delante no dejaba de tener una señorita y que le debía unos modales y un respeto --. Supongo que sabe que los cargos de que se la acusan son extremadamente graves -- dijo mientras daba vueltas alrededor de la mesa y de Celia que lo seguía inquieta con la mirada --. La apología e incitación hacia actos terroristas está penado con más años de prisión de los que la quedan a usted de vida y si a eso le sumamos que ha llevado a cabo sus amenazas... Vamos, que no va a volver a ver la luz del sol --concluyó sentándose frente a ella, llenando de agua el vaso vacío y bebiéndoselo de un solo trago.
--Yo no he hecho nada...
--Estoy intentado mantener las manos quietas --dijo golpeando con la palma abierta la bombilla desnuda que colgaba del techo provocando que la habitación se llenase de unas sombras que iban y venían intentando apoderarse de un alma que en ese momento no sabía donde esconderse --, pero si sigue hablando sin permiso no me quedará más remedio que enseñarle como funciona esto con ellas.
--¿Me está usted amenazando? --preguntó Celia en un arrebato al sentir la prepotencia de aquellas palabras y darse cuenta de que aquellas sombras no llegarían a alcanzarla por más que lo intentasen.
--Veo que es usted una chica lista. Ahora cállese y mire con atención estas fotografías --ordenó poniendo ante Celia una carpeta marrón con más fotografías y retratos de los que ella había visto juntos jamás --. Quiero que me señale una por una a las mujeres que han participado en la barbarie del Ateneo y más le vale no encubrirlas porque será usted quien lo pague por todas. Tómese el tiempo que crea oportuno, esa será la única licencia que se le va a permitir mientras este aquí encerrada.
La calidad de las fotografías era pésima, pero debajo de cada una, había una descripción en la que a parte de la edad, la estatura estimada y el género, casi todos femeninos como comprobaría a medida que iba avanzando, se detallaban los ropajes que utilizaba cada una, el color de pelo y demás datos que sorprendieron a la escritora.
La primera, era la fotografía de una mujer con el pelo corto y, según ponía en la descripción, blanco, pero a Celia no le pareció que tuviera edad suficiente como para que aquel fuera el color predominante de su cabello. "Cabecilla del grupo de sufragistas. Organiza las quedadas y expone los temas. Conocedora de datos relevantes cuyas fuentes desconocemos. Siempre lleva algo rosa en el abrigo"
--¿La conoce?
Celia dudó un instante, pues estaba segura de que la había visto en alguna de las reuniones pero no tenía conocimiento de cual era su función en ellas.
--No.
--¿Está usted segura? --insistió.
--Segurísima. ¿No me ha dicho que le señale a las que conozca? Pues déjeme seguir mirando y yo lo haré, aunque ya le digo que yo no he tenido nada que ver con lo del Ateneo.
El policía resopló y se contuvo las ganas de dar un golpe sobre la mesa ante lo que el consideró una insolencia.
En la fotografía siguiente, había cuatro mujeres, se notaba que era una fotografía tomada a traición, como si estuviera hecha a escondidas desde detrás de algún arbusto. En la descripción podía leerse "A la de la izquierda la llaman la Meiga, en principio sospechábamos que podía ser gallega pero al parecer ha venido desde Valencia para unirse al grupo. La que está a su lado es la artífice de toda la cartelería sufragista y la de su derecha cuenta con unos conocimientos arquitectónicos lo suficientemente extensos como para saber que edificios son seguros y cuales no. La última es la que se encarga de despistarnos, de hacer que perdamos el Rastro de sus reuniones"
Celia no podía parar de pestañear y asintió con la cabeza para que aquel señor que no dejaba de fumar y que la miraba como si intensase leerla el cerebro, pasase a la siguiente donde, otras cinco mujeres, tres sentadas en un banco y dos de pie, parecían conversar tranquilamente sin percatarse de que las estaban espiando. "Las tres mujeres del banco, son nuevas, llevan relativamente poco tiempo en el mundo del sufragio aunque es probable que actuasen desde la sombra. Las dos que están delante, se caracterizan porque a pesar de que las cuesta opinar, nunca dan puntada sin hilo. La que está más alejada, ha conseguido entrar en la universidad recientemente, aunque solo acude como oyente, la otra, creemos que va y viene desde Italia, aunque esta es la única fotografía que se tiene de ella"
--¿Desde Italia? --preguntó Celia sin dar crédito.
--Si. Los grupos sufragistas se están expandiendo como la pólvora y a veces las líderes de los grupos de otros países vienen a Madrid para compartir ideas y preparar las manifestaciones simultáneas. El grupo italiano es muy importante, cuentan en él con una doctora en ciencias Biológicas a la que estamos esperando... ¡Bueno! --cortó al darse cuenta de que estaba hablando más de lo que debía --¿Conoce a alguna o seguimos? --preguntó pasando a la siguiente fotografía en cuyo encabezado podía leerse "Grupo del norte" . Ninguna de las mujeres era identificable, pero en las descripciones quedaba claro que era un subgrupo formado por mujeres gallegas, asturianas, cántabras y vascas.
--¿Cómo quiere que identifique aquí a nadie? --preguntó Celia con algo de retintín.
--Lo cierto es que tengo que darle la razón. Es un grupo poderoso, pero aún no hemos conseguido la información que necesitamos sobre ellas. Son mujeres astutas y a pesar de que se encargan de la difusión de todo tipo de comunicados, son escurridizas.
--¡Son mujeres! --murmuró Celia sonriendo orgullosa.
-- ¿Qué ha dicho? --Celia negó con la cabeza -- Me había parecido. Sigamos entonces. Las mujeres que va a ver a continuación se dedican a lo mismo que usted.
--¿Y a qué me dedico yo si puedo saberlo?
--A publicar artículos, pasquines y a hacer comentarios que no debería hacer una señorita. Son amantes de la literatura, de los idiomas y del arte en general, saben como decir sin estar diciendo nada y como llevar a su terreno cualquier tipo de información que pase por sus manos. Son mujeres a las que es mejor tener bajo vigilancia.
--¿Porqué son inteligentes?
--No. Porque son peligrosas --concluyó con una mirada fulminante que tras clavar en Celia dirigió a la página siguiente.
Todo el folio estaba lleno de apuntes, de borrones y de flechas repartidas por toda América.
--¿Qué hace este mapa de América aquí?
--En realidad no debería estar en esta carpeta --dijo algo crispado --. Debería estar con los avisos de sufragistas extranjeras.
--Sabía que el movimiento se estaba extendiendo, que teníamos compañeras en Francia, en Inglaterra y en Italia, pero nunca hubiera imaginado que tanto --respondió Celia intentando sacar algo más de información.
--Son ustedes como polillas, ven una luz fuera de sus casas y acuden a ella como si no tuvieran labores que hacer dentro. El movimiento en aquella zona está empezando a ser muy conocido. Hemos interceptado mensajes que venían desde Argentina, de Colombia, de Perú y de México. Incluso desde Los Estados Unidos y sabemos que desde aquí también se envían a países como Brasil o la República Dominicana. No sé que tipo de mentiras les cuentan para tenerlas a todas tan entregadas, pero tenga por seguro que no se lo vamos a poner fácil. Las mujeres ya tienen el lugar que merecen y no conseguirán, por muchos Ateneos que decidan destrozar, evitar, que eso siga siendo así.
Celia se tuvo que contener para no responder a aquel fanfarrón que llevaba más de media hora dándole una información valiosísima sin ni siquiera darse cuenta.
--¿Vamos finalizando? --preguntó de nuevo mientras extendía sobre la mesa algunas fotografías más.


Celia asintió mientras iba fijándose en los rostros de aquellas mujeres que tanto y tan poco se parecían a ella. Leyó por encima sus descripciones y sonrió al darse cuenta de que la falta de información sobre ellas les había llevado a describirlas por sus ropajes. A una de ellas la conocían porque siempre llevaba un sombrero negro y los labios pintados en un rojo sugerente que, a juzgar por lo marcada que había quedado la tinta en el papel, ponía demasiado nervioso a quien lo escribió. De otra decían que siempre llevaba una bufanda verde e incluso se referían a otra como la canaria porque, al parecer, solía llevar un broche con forma de pájaro en la solapa del abrigo. Otra llevaba una estrella y una luna, otra una especie de arcoíris nacarado e incluso una de ellas llevaba un trébol de cuatro hojas.
--¿Las conoce? --Celia negó de nuevo obligándole a recoger todas la fotografías y a extender otro montón de ellas.
--¿Qué es esto? --preguntó Celia confusa al ver ante si un montón de pancartas reivindicativas sin rostro alguno que las sujetase.
--Estos son algunos de los mensajes que se pueden leer en vuestras manifestaciones ilegales. Sé que es complicado, pero sois muy persistentes y sabemos que vuestros recursos no son precisamente boyantes por lo que cada mujer elige un mensaje y lo lleva siempre. ¿Sabrías decirme a quién pertenece cada uno?
Celia se rió negando con la cabeza, como si no pudiera creerse que lo que aquel hombre estaba diciendo lo estuviera diciendo de verdad, pero se contuvo y leyó aquellos carteles que le encantaron y cuyos lemas guardó en la memoria para la próxima manifestación.
"Estoy harta de ti, debo vivir" " Acumulo millas, no años" "No padezco estrés pero soy portadora" "Amo a los perros más que a los hombres" "Si mi piano hablase..." Soy un alma libre" "Vividora de la vida y no de ti" "El convento para quién lo quiera" "Lo bueno nunca acaba si hay algo que te lo recuerda" "Veo el futuro y me veo votando" y el que más gustó a Celia "Libres y vivas, pero nunca sometidas"
--No me suena haber leído ninguno de esos carteles con anterioridad, pero también es verdad que solo he ido a un par de manifestaciones. ¿Queda mucho? Estoy cansada y tengo sed, si fuera tan amable de darme un poco de agua...
--Queda lo que yo diga y si que voy a darle ese agua, pero cuando terminemos. Mire atentamente a estas mujeres --dijo mostrándole un dibujo a mano alzada, bastante preciso, en el que podían verse los rostros de cuatro mujeres --. No sabemos como lo han conseguido pero disponen de un cinematógrafo --la sorpresa de Celia fue evidente --. Se dedican a hacer películas reivindicativas y mofas sobre todo tipo de temas para después exponerlas en las reuniones o en casas abandonadas como reclamo para las nuevas sufragistas. ¿Las conoce?
--No. Ya le he dicho que no conozco a ninguna.
--¿Está usted segura? --preguntó por quinta vez para desespero de Celia que ya no sabía como no quejarse del dolor de espalda que aquella incomoda silla y las ataduras le estaban provocando y que la llevó a recordar a una mujer que tras las manifestaciones se encargaba de aliviar los dolores de pies o de cuello de las asistentes y añoró que no pudiera estar allí en ese momento para aliviar los suyos.
--Estoy completamente segura --repitió apartando de su mente aquel pensamiento --. Ya le he dicho que no conozco a ninguna de las mujeres que me ha enseñado o descrito. No soy una radical...
--No he dicho que ellas lo sean.
--Yo tampoco, pero si tienen la misma idea de ellas que de mí, no hubiera hecho falta hacerlo. Esto es un malentendido, hay alguien haciéndose pasar por mí, alguien que quiere quedar impune y que espera que yo pague por sus actos. Le repito que no sé quienes son esas mujeres, que lo único que tenemos en común son las ganas por conseguir que nuestros derechos sean reconocidos y que por mucho que usted insista voy a seguir sin conocerlas.
--Ya veo, ya --dijo asintiendo mientras se rascaba la barbilla --. Una última pregunta, una última fotografía y dejaré que se vaya... --el rostro de Celia se iluminó entre la humareda -- ...al calabozo. ¿A esta otra mujer? --dijo sacando una nueva fotografía, esta vez, de su bolsillo -- ¿A está tampoco la conoce?
Celia palideció de repente, tanto, que su rostro hubiera pasado desapercibido incluso rodeada de copos de nieve. Era una fotografía de Aurora en el retiro, con la Laguna de fondo y aquella falda verde que tanto le gustaba desabrochar a Celia.
--¿Qué Miras? --preguntó el jefe de policía mientras Celia no salía de su ensimismamiento.
--Nada, Nada, discúlpeme.
--¿La conoce o no?
Celia dudó un instante, si aquel hombre no supiera de su relación con Aurora, no hubiera guardado aquella fotografía para el final, pero no sabía que podía implicar reconocerla, ni tampoco lo que podía suponer mentirle.
Cerró los ojos un segundo, para ella, el tiempo suficiente como para recomponerse por dentro, reordenar ideas y buscar las palabras adecuadas para decir lo que quería decir sin decir nada en realidad.
--Ya sabe usted que sí que la conozco --contestó al fin intentando mantener la compostura ante el cosquilleo que su recuerdo provocaba en su estómago --. Lo que no sé es porqué me pregunta por ella. Supongo, como jefe de policía que es, que sabrá que ya no vive en Madrid.
El cosquilleo se transformó en angustia, pero necesitaba mantener la compostura y miró fijamente hacía la bombilla que comenzaba a pararse buscando la excusa perfecta al enrojecimiento que sintió alrededor de los ojos
--Si, si que lo sé. Al parecer sus ideales no eran tan fuertes como el dinero ¿verdad?
--¿El dinero? --gritó Celia liberando toda la rabia que aquella insinuación buscaba -- Usted no sabe de lo que habla. El dinero le da igual, le importa su familia, el futuro de los suyos, que no les falte pan en la mesa, ni ropa con que vestirse ¿Acaso usted no renunciaría a este reino que se ha montado aquí por su esposa? ¿Por sus hijos? Usted no tiene ni idea de lo que son los ideales, de las montañas que pueden mover ni las distancias que pueden abarcar. Usted no sabe de nada, porque no le importa nadie. ¡El dinero dice! ¿Cuánto le van a pagar por mi detención? ¿Por detener a una inocente? No creo que usted sea la persona más indicada para hablar de Aurora.
--Así que no solo la conoce ¿eh? --respondió sin alterarse lo más mínimo a pesar de los gritos de Celia que se revolvía inútilmente en la silla.
--Será mejor que terminemos con esto de una vez. No pienso decirle nada más.
--Esta bien. Tome su vaso de agua --dijo levantándose mientras llenaba el vaso --. Ahora se lo da mi compañero y le puedo asegurar, que él no controla las manos tan bien como yo.
--No va a conseguir que diga nada porque no sé nada, pero tenga clara una cosa. Cuando las mujeres de las fotografías se enteren de que estoy aquí detenida, de que me han amenazado y, por lo que está insinuando, de que me van a intentar sonsacar la información a golpes, vendrán aquí, se agolparán en la puerta y puedo asegurarle que no pasarán desapercibidas. No las conozco, pero una sufragista nunca abandona a otra y aunque usted crea que dentro de esa carpeta que lleva debajo del brazo solo hay una panda de mujeres locas que no tienen nada mejor que hacer con su vidas, se equivoca.
--¿Ah sí? ¿Y eso por qué?
--Porque ahí adentro, lo que lleva, es un ejército.



9 comentarios:

  1. Muchas gracias por este relato hoy tan triste como está siendo la vida de nuestras protagonistas ahora mismo. Qué duro es saber que están así. Se me pone la carne de gallina.
    Y enhorabuena por haber conseguido tant@s lector@s no dudo que seguirá en aumento.
    Un abrazo.

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    1. Es triste, pero dentro de esa crudeza estamos nosotras con la fuerza y la esperanza. Léelo y buscanos, estamos todas, tú también porque eres parte de este ejercito así que levanta el ánimo porque para eso he creado este paralelo!

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  2. Vale, he seguido tu paralelo, pero no he comentado por una horrible falta de tiempo que me acosa últimamente. Ya ni puedo tuitear durante los capis, ni los veo por las tardes... pero eso no significa que no esté pendiente de la serie y de esta historia paralela.

    Pero es que hoy tenía comentar sí o sí, porque la ocasión lo merece. No hay Aurelia (salvo ese amago de la foto de Aurora y esa Celia defendiéndola a capa y espada a pesar de todo, me ha encantado), y tampoco aparece ninguna otra Silva, excepto Celia, pero ha sido un capi precioso, porque nos has hecho aún más partícipes de lo que ya somos de todo este universo y de tu paralelo, muchas gracias.

    Me he sentido honrada de pertenecer al comando valenciano de sufragistas, con la Meiga a la cabeza jajajaja. Ha sido muy divertido... deduzco que yo ayudé a decidir dónde poner la bomba y esas cosas, por mis "conocimientos arquitectónicos" :P

    De verdad, enhorabuena, ha sido un capítulo encantador, a pesar de la dureza del momento que vive Celia. Y bravo por tu capacidad para compaginar serie con tus ideas y hasta con todas nosotras.


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    1. Muchas gracias Ysabel. No hubo Aurelia, pero quería hacer algo especial para todas porque creo que nos merecemos esto y más jejeje. Somos un ejercito bien formado y en 1913 tenían que saberlo ;-p . Gracias de verdad por tus palabras.

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  3. Hola Adriana, debo de decir que hasta ahora no me he atrevido a escribirte porque no se me dá igual de bien escribir como a tí. La verdad es que me gusta mucho el paralelo de Aurelia que nos dá un poco de tranquilidad a las fans de esta grandísima pareja. Sigue así haces un grandísimo trabajo y muy muy bien hecho. Mi enhorabuena

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    1. No sé porque no salió mi nombre soy Nefervero82 o Verónica

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    2. Puedes escribir siempre que quieras. Aquí, como has podido comprobar con este paralelo, lo importante, es participar. Muchas gracias de verdad.

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  4. Vaya, veo que mi frase de las polillas está dando de si. Aunque nosotras no salgamos!
    Jajajajajajaaj

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    1. Si que salís, pero como ya está aclarado, no digo na ;-p Gracias por leerme Boceto !

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