jueves, 12 de noviembre de 2015

Y a la mujer, para un altar

Celia se encerró en su habitación en cuanto volvieron de darle el pésame a don Benjamín. Solo tenía ganas de llorar. Miró la cama y a pesar de que llevaba durmiendo en ella unos cuantos días la sintió más ajena que nunca. Añoraba la suya, la que la vio crecer, la cama en la que había soñado mucho más de lo que había llorado, ninguna sabía consolarla como lo hacía ella. Se sintió extraña en su propia casa y agradeció que Diana aún no hubiera vuelto. Entró en el baño y se aseó. Soltó su cabello y se miró en el espejo. Sintió una punzada en el corazón al ver ante si de nuevo su propio espectro y rompió a llorar mirándose a los ojos, buscando en ellos una respuesta que no encontró mientras negaba con la cabeza sin saber muy bien porqué.
El escritorio la miraba preocupado. No sabía el motivo por el cual había interrumpido aquel momento tan íntimo que compartían cada mañana, no comprendía que era lo que podía haber ocurrido para que aquella mujer, ordenada por naturaleza, dejase que la pluma rodase por su base emborronándolo todo.
Celia lo miró compasiva y se acercó hasta él con intención de limpiar y recoger el caos que, al igual que a ella, lo cubría. Cerró los libros, guardó los apuntes y recogió la pluma que en el último segundo había decidido no entregarse al suelo de la habitación. Una sonrisa apacible se dibujó tímida en sus labios. Recordó los relatos en los que se había embarcado como Román Caballero y le dedicó una mirada al cielo que empezaba a oscurecerse.


El hombre, es la más elevada de las criaturas
La mujer, el más sublime de los ideales
Dios hizo al hombre para un trono
Y a la mujer, para un altar

Aquellas palabras, escritas por Víctor Dumas en la carta que Petra se emperró en intentar leer mientras trabajaban, pasaron por su mente y no pudo evitar pensar que no había altar más merecido que el propio cielo para su eterna amiga. Sonrió cuando creyó reconocer una estrella nueva entre las viejas, al lado de la luna, brillante e intensa como esa obrera a la que entregó el corazón sin más. Supo entonces que debía darle las buenas noches y que no habría una sola noche en la que no repitiera aquel gesto.
--Vela mis sueños amiga --susurró, y sintió el guiño de aquella pequeña esfera como la promesa de que así sería. Para siempre.

Volvió a la realidad y sintió la imperiosa necesidad de sentarse a escribir. Sujetó fuerte la pluma y al apoyarla sobre el folio en blanco que había rescatado de su montaña de apuntes para ello, una enorme gota de tinta negra brotó de su plumín y se deslizó por él como la gota de sangre de una costurera que se pincha con la aguja y ensucia la tela remendada.

Sangre roja, tinta negra.
Sangre negra y sal.

Con la letra ilegible de quién siente que está escribiendo sin pensar, escribió las siguientes palabras;

¡Señorita! ¡Cuánto me costó quitarte la manía de llamarme así! ¡Señorita!
Aún recuerdo tú sonrisa cuando paciente me explicaste como funcionaban las cosas en la fábrica. En una fábrica que a mí me ha dado tanto y que a ti te dio tan poco. ¡Qué injusta es la vida Petra! Tú con tan poco eras tan feliz, que solo puedo agradecerte el modo en que me enseñaste a vivir una vida que creía plena y a la que sin embargo le faltaba lo más importante. El amor. Tú me hablabas de amor, del amor que sentías hacía Miguel, ¡que triste como ha cambiado ese hombre! Yo te miraba embobada, como si tus ojos fueran la página de uno de esos libros que te parecían inalcanzables y de los cuales te apoderaste con la constancia de la mujer fuerte que con empeño y cariño creó tu padre. ¡Ay tu padre Petra! Está tan roto... tan hundido... y yo que estoy casi igual... Aunque comparar mi dolor con el suyo sería impropio, no he sabido encontrar palabras de consuelo. ¡Consuelo! Sentimiento sin sentido. El consuelo no existe, son palabras que se dicen para que la persona que las recibe piense que lo comprendes, pero nadie puede sentir el dolor ajeno, ni siquiera cuando ese dolor es compartido.
¿Te acuerdas de la copa que derramaste sobre la señora Dolores de Loygorri? Tú estabas destrozada, maldecías tu torpeza y yo para mis adentros pensaba que ya podían ser así todas las desgracias que nos ocurrieran en la vida. No se cumplió mi deseo. Mis deseos no se cumplen Petra. Deseé que Miguel y Benjamín salieran ilesos de aquella epidemia de viruela y tu padre quedó ciego. Si, ya se que vas a decirme que... no, sé que no vas a decirme nada, pero lo harías, me dirías que ha recuperado la vista y ¿Para qué Petra? ¿Para ver morir a su hija? ¡Morir! Otra palabra que no tenía sentido para mí hasta que falleció mi padre. Cuando lo hizo mi madre yo era demasiado pequeña. Sufrí su perdida, pero toda la mentira trasladó el dolor a un segundo plano y sin embargo la tuya, tu muerte, porqué aunque ni tú ni yo seamos conscientes todavía, has muerto, está tan presente que no habría mentira que pudiera aplacarla. Ojalá pudiera ir a buscarte y que tu padre me dijera que estás en la verbena luciendo aquel mantón que te regalé y que tan feliz te hizo. Vuelve Petra, vuelve y rebusca en mi armario, llévate lo que quieras pero vuelve, baila conmigo de nuevo, invítame a tú boda con Bernardo, ¡pobre hombre! se veía en su mirada que contigo ha perdido la ilusión por la vida. Vuelve, así podrías estrenar aquel vestido que te regalé y que tanto me alegré de que al fin no utilizases. Perdona mi egoísmo de entonces. Ya conoces cuales fueron mis motivos. Te amaba Petra, me enamoré de ti, de tus ojos profundos, de tu sonrisa sincera, de nuestra complicidad, nuestras confesiones. ¿Te acuerdas de cuando te pregunté en el baño como era estar con un hombre? ¡Madre mía! Aún no sé ni como me atreví a hacerlo, fue una de esas preguntas que se sienten dentro como un retortijón y que una vez se hacen no quieres, tanto como no puedes evitar, escuchar la respuesta. Me dijiste que tenías amigas que te decían que era maravilloso, que tú te divertías, pero ya. Ahora sabes tan bien como yo que aquellas amigas no exageraban. Es maravilloso, cuando la persona a la que te entregas es la adecuada, cuando siente lo mismo que tú, cuando sus manos se funden en tu cuerpo y deja de haber dos almas enamoradas para llenar la estancia con el amor en si. ¡Amor! que gran palabra, en él cabe cualquier sentimiento, miento, él es el sentimiento por excelencia, el que los engloba a todos, el que los da la vida y el que se la quita.
Ya es de noche Petra. Recuerdo cuando íbamos a trabajar clandestinamente, cuando veíamos el amanecer al salir de la fábrica, aún con el ruido de los telares retumbando en nuestros oídos. Todavía retumban en los míos las acusaciones de Joaquín...Perdona, no pretendía que te sintieras culpable. No fue culpa tuya que resultase ser un malnacido. Lo único bueno que me queda de su recuerdo es aquella caricia que me hiciste cuando viste mi cara magullada. Si cierro los ojos aún puedo sentirla y no exagero si te digo que dejaría que me golpease de nuevo si eso te trajera hasta mí. ¡Es cierto! Perdona de nuevo, esa no sería la manera de recuperarte. Tal vez si hubiese llevado a cabo aquella locura de meterme monja... Gracias por ayudarme a recapacitar, por evitar que me encerrase entre los muros de un dios que no creería en mi y perdóname por no haber sabido gestionar mis sentimientos hacía ti, por haber dejado de hablarte pensando que de ese modo no sufriría. No pensé en lo que sufrirías tú, debí haberlo imaginado tras ver lo que te afectó el tiempo que pasé con Carmen de Burgos, pero es que esa mujer era absorbente, y lo digo desde la admiración más absoluta, esa que se tiene hacía quienes te hacen sentir especial, la misma que siempre he tenido hacía ti a pesar de haberla dejado un poco de lado en aquellos días. ¿Te confieso una cosa? Le hablé a mi hermana Francisca de mis sentimientos hacía ti. Estaba tan confundida que necesitaba soltarlo, dejar que mis palabras brotasen, que le dieran vida a aquella semilla que plantaste y que tanto miedo tenía de salir. No elegí bien a mi confesora, ahora lo sé. ¡Si pudieras ver como se está portando Diana conmigo...! Si pudieras...
Si pudieras acercarte hasta mi ahora, con el mismo sigilo con el que lo hiciste aquella noche en tu casa, cuando el cansancio, la preocupación y la angustia me vencieron, cuando deshiciste con tu abrazo aquel nudo que se había apoderado de mi, el mismo que siento ahora en el pecho, el mismo que no sé como voy a desatar... sola. Si pudieras, nos iríamos de nuevo a aquel merendero al otro lado del rio, comería menos y reiría más, disfrutaría de cada segundo de ti igual que lo hice durante aquel viaje a Cuenca en el que tanto insistí y que tantos problemas trajo consigo. No debí haberlo hecho, tu padre te hizo creer que esa mujer estaba muerta por algo, porque era una mala persona y ahora, a pesar de que en tu alma cobraba sentido la palabra bondad, eres tú la que ha muerto y yo la que te anda buscando.
¡Estoy tan cansada Petra! Tanto, que dormiría para siempre. ¡No te asustes! no volveré a hacer ninguna tontería, aunque no sé como voy a superar esto sin ti. ¿Es irónico verdad? ¡Irónico y cruel! La vida es cruel, parece que fue ayer mismo cuando me ayudaste a escoger un vestido para la verbena, cuando me mirabas extrañada al ver que era capaz de traducir aquel manual de instrucciones que tanto nos ayudó con la nueva maquinaría que estamparía las telas que tantos quebraderos de cabeza dieron a tu padre. Perdona mis palabras atropelladas, es la premura porque nada quede en el tintero, en un tintero que te llora tanto como yo. No podrás leerla y no podrías aunque quisieras, las letras están emborronadas por mis lágrimas, por mi puño incauto que arrastra con él mis sentimientos, que arrastrará con la misma crudeza las gracias que nunca te di, o que sí que hice y siento la necesidad de repetir aunque tú las sientas innecesarias. Gracias Amiga, con una "A" mayúscula que engloba la Amistad desinteresada que me regalaste, que me quedaré para siempre, que no podré olvidar, que recordaré cada noche al mirar esa estrella en la que te has instalado y que me acariciará con la brisa que provocará tu alma al pasar a mi lado, aunque no pueda verte, aunque yo, no pueda acariciarte...
 Es tarde Petra, tarde para todo. Tarde para recuperar el tiempo que perdimos tratando de ser quienes no éramos, tratando de olvidar quienes éramos en realidad. Es tarde y el día de mañana se presenta más duro si cabe. En los mañanas se ven las realidades que no somos capaces de ver en los hoy. Mañana, dejarás de estar. Para siempre Petra, para siempre.

3 comentarios:

  1. Cómo pudiste pensar que te odiaría al leer este dolor que muestras, mezclado con inmensas dosis de ternura, de profundo amor platónico, idílico, pero amor, esa AMISTAD tan maravillosa que a veces es tan fuerte que te envuelve y acaricia, que te acompaña en tantos momentos de confidencias y entendimientos.
    Esa profunda amistad que permite perdonar los errores mas fuertes, las confusiones, porque también hay amor.
    Me emociona cómo hablas de Benjamín, ese dolor inenarrable de un padre o una madre al perder a su criatura. (ese dolor le conoció en febrero una amiga del alma que perdió a su hija por culpa de un infarto)
    Sentir que se te va un trozo de vida, como a Bernardo, Dios con lo que se amaban, se aman...
    Estoy emocionada, gracias de verdad de lo mas profundo por ser capaz d plasmar así nuestros sentimientos, en lo bueno y malo que tiene la vida, porque es así de puñetera

    Los giros que da, a veces nos desbaratan y destrozan todo, y en otros casos, se reciben regalos inesperados.

    Un abrazo muy grande. Raquel

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  2. Muy bonito, de verdad y los otros relatos muy conseguidos( aunque cuando eres explicita con la anatomía femenina me chirría un poco porque todo es muy fino hasta ahí).

    Ana

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    1. Gracias, aunque lo de la finura en cuanto a la anatomía femenina no me ha quedado muy claro jejeje No es un blog erótico, yo prefiero que cada una le ponga al sexo la intensidad que crea oportuna.

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