viernes, 19 de febrero de 2016

¿Será verdad?

Las escaleras que daban acceso al primero de los pisos de la corrala en la que acabábamos de entrar, crujían bajo nuestros pies haciendo imposible la cautela.
-- ¿Estás segura de que viven aquí?
-- Pues yo te diría que sí, pero no he venido a visitarlas todavía así que solo podremos salir de dudas llamando a la puerta ¿no crees?
-- Las vamos a asustar, ya sabes lo susceptible que está Aurora y seguramente ya estén durmiendo.
-- No te preocupes por eso, están despiertas. Siempre lo están para mí.


Marta me miró como si no supiera a lo que me estaba refiriendo pero no podía explicarle que mis visitas en realidad están dentro de sus sueños, así que llamé sin dudarlo a la puerta de aquella corrala en la que lo único que se escuchaba eran los maullidos de los gatos que en la noche la tomaban como suya.
La puerta no tardó en abrirse y a través de la pequeña rendija que Celia utilizó para asomarse, pude ver cómo Aurora se levantaba corriendo en dirección a la habitación.
-- Dile que no hace falta que se esconda. Soy yo.


Celia me invitó a pasar amablemente mientras me anunciaba ante una Aurora que salió de su escondite con el rostro aliviado de quien ha recuperado el aliento.
-- Ella es Marta --dije señalando a mi acompañante --, no tenéis por qué temer, es de confianza. Puedo aseguraros que está más nerviosa de lo que estabais vosotras la primera vez que os vine a ver.
-- ¿Por qué ha de estarlo?
-- Es un placer conoceros. No sabéis lo que esto significa para mí.
-- Ahora nos lo explicas --respondió Celia sonriendo mientras extendía la mano para recoger nuestros abrigos.
-- Sentaros tranquilas -- ofreció Aurora separando una de las sillas de la mesa en la que Celia daba clase -- ¿Queréis cenar algo? No tenemos mucho que ofrecer pero un poquito de embutido si que puedo ofreceros.
--Tranquila mujer, ya hemos cenado, de hecho hemos traído un vinito para celebrar como es debido los logros de Celia.
-- ¡Bueno, eso de logros es decir mucho!
-- No sea modesta. No sabe lo importante que es esto que está haciendo.
-- Marta ¿verdad?
-- Sí.
-- No me trates de usted, haces que me sienta muy mayor.


Su carcajada, la de Aurora que estaba cogiendo unos vasos de uno de los armarios de la cocina y la mía, hicieron que a la pobre Marta le subieran tanto los colores que tuvo que remangarse las mangas del jersey de lana que llevaba puesto.
--¿Qué es eso? --preguntó Celia sujetando con cuidado la mano de Marta --Es una mancha muy extraña. Nunca había visto una igual.
--No es una mancha --aclaré --, es un tatuaje.
--¿Un tatuaje? ¿Las mujeres pueden llevar tatuajes?
--Dentro de cien años será algo habitual.
--¿Y qué representa?
--Bueno, eso es algo que preferiría quedarme para mí si no la...si no te importa.


Celia y Aurora se miraron entre sorprendidas y asustadas, para nada ofendidas porque ambas sabían lo importante que es que cada uno pueda expresar o no lo que quiera, pero comenzaron a sonreír de nuevo cuando, tras servir el vino, un tinto de la Ribera del Duero cuyas uvas por aquel entonces no tenían ni siquiera parra en la que crecer, propusimos el brindis.
--¿Puedo empezar yo? --preguntó Aurora que no podía dejar de mirar a Celia a través del vaso que sujetaba como si lo de dentro fuese oro.
--Faltaría más --contestó Marta y al mirarla pude apreciar en el brillo de sus ojos azules, que estaba comenzando a deshacerse de la timidez que le caracteriza.
--Por ti Celia, porque con tesón y amor conseguirás que todos los niños del barrio reciban la educación de la que nunca debieron carecer. Vas a cambiarles la vida y quien sabe si esto por lo que has luchado hoy, no ayudará también a los niños del futuro.


Ante ese comentario, sentí cómo la mirada de mi acompañante se clavaba en mí. No abrió la boca, tampoco fue necesario que lo hiciera, estaba claro que intentaba preguntar sin preguntar si podía hablarles del futuro y a pesar de que yo nunca he sido muy partidaria de hacerlo, asentí. Celia y Aurora lo estaban arriesgando todo, cada una a su manera y,  sin embargo, tan unidas que al mirarlas parecían un solo ser y, al fin y al cabo, halagar y valorar el trabajo y el esfuerzo de una persona, viva en la época que viva o haya vivido, nunca puede ser malo.
-- Tened por seguro que sin mujeres como vosotras, el futuro en el que nosotras vivimos sería un lugar mucho peor en el que vivir. Allí la educación es obligatoria y a pesar de que todavía hay niños que no pueden acceder a ella, cada vez hay más personas intentando que eso cambie. Esas personas de las que te hablo, cuyo género ya apenas importa, tuvieron abuelos y estoy segura que siendo niños los escucharon hablar de maestras como tú sentados sobre sus ancianas rodillas, las mismas que tu ves hoy corriendo a toda velocidad escaleras abajo cuando la clase ha terminado.
--¿Y entonces por qué brindamos? --pregunté alzando la copa para ver si así Celia y Aurora salían de la perplejidad que se había apoderado de sus pestañeos.
--Pues por todo lo que hacéis para que yo pueda ser quien soy.
--Nosotras sólo intentamos ser felices y hacer felices a esos niños que no tienen sueños por los que luchar --respondió Celia intentando sacar un poco de peso del saco de responsabilidad que la visión de futuro parecía haberle puesto sobre los hombros.
--No te preocupes Celia --intervine --, ya te he dicho que Marta está un poco nerviosa por teneros delante, pero tiene razón en todo lo que ha dicho y sin embargo creo que más que agobiarte, debería tranquilizarte. Lo estás haciendo bien. Ambas lo estáis haciendo.


La mirada de Aurora se perdió dentro del vaso ante mi afirmación, fue como si un sentimiento de culpa repentino se apoderase de sus ojos cansados.
--¿Qué te pasa? --preguntó Celia posando su mano sobre la mano de Aurora que no pudo evitar apartarla a toda velocidad mientras le advertía con la mirada de la presencia de Marta.
--No te apures Aurora, Marta sabe vuestro secreto. En realidad ese secreto, al igual que el trabajo de Celia, está ayudando a cambiar la vida de muchas mujeres, vosotras no sois las únicas mujeres que aman a otra mujer. Somos cientos, miles, si miramos al mundo entero diría que somos millones y al igual que pasa con los niños y su educación, vuestro amor está ayudando a muchas de ellas a no tener miedo de decirlo, a no sentir vergüenza o culpabilidad a la hora de sentirlo.
--Yo también soy... Yo también amo a otra mujer y puedo aseguraros que vuestro amor me ha acercado a otras mujeres maravillosas.
--¿Te acuerdas de la carpeta marrón que te enseñó aquel policía cuando te detuvieron por la explosión del Ateneo? Muchas de las mujeres que viste en él, por no decir todas, también aman a otra mujer. Algunas de ellas ya han encontrado a quien amar, otras darían lo que fuera por encontrar un amor como el vuestro, pero lo tengan o no, están más que dispuestas a no dejar que os ocurra nada, incluso las que todavía dudan de sus sentimientos harían lo que fuera en caso de ser necesario.


Aurora se levantó de la mesa nerviosa y comenzó a andar en círculos con las manos en la cabeza. Celia se disculpó y se levantó para tranquilizarla pero a pesar de que intentaron que no escuchásemos la conversación, aquella casa era tan pequeña que fue inevitable.
--Aurora, no están diciendo nada malo. Al contrario, están diciendo que gracias a nosotras muchas otras mujeres podrán ser libres, podrán evitar esto que a ti y a mi nos está tocando vivir.
--Ya lo sé Celia y lo entiendo, pero demasiada gente sabe que estoy ocultándome aquí, me da miedo que Clemente me encuentre, que alguna vaya a contárselo y que venga a buscarme, que me separe de ti.
--Chicas, venid a sentaros por favor -- sugerí desde la mesa con la tranquilidad necesaria para que Aurora confiase sin miedo en mí --. Ya sabéis que mis visitas nunca son para haceros daño, sino para todo lo contrario.
--Se os oía hablar --aclaró Marta encogiendo los hombros mientras miraba alrededor dejando claro que la estancia no ayudaba a la discreción.
--Puede que vosotras no seáis todo lo libres que quisierais ser, que tú hayas tenido que huir de tú marido, al que te aseguro nadie, por lo menos no por la parte que nos toca, va a avisar y que tú Celia tengas que mentir a la mitad de tus hermanas, pero esto no será así toda la vida  y aunque tal vez pueda pareceros injusto, es necesario que vosotras viváis así vuestro amor para que nosotras, dentro de cien años, podamos vivir sin miedo el nuestro.
--¿Dentro de cien años a nadie le importará que una mujer ame a otra mujer? --preguntó Aurora con los ojos abiertos de par en par con la esperanza reflejada en ellos.
--Desgraciadamente aún hay quienes no lo entienden, pero porque nunca se han parado a pensar en que el amor es simplemente eso, amor o sencillamente porque no saben lo que es amar.
--¿Entonces de qué sirve Marta? --preguntó Celia buscando la complicidad de los miedos de Aurora que tampoco parecía entender muy bien de qué servía entonces lo que ellas estaban viviendo.
--Ahora os parece algo imposible, pero nosotras podemos votar, nos podemos casar, podemos tener hijos --Aurora no pudo evitar posar sus manos sobre su vientre ante ese comentario-- y sobre todo podemos ver historias como las vuestras que nos ayudan en la lucha contra los que todavía parecen vivir en vuestra época que, haberlos haylos pero seguro dejará de haberlos.
--¿Puedo preguntaros cómo es eso de que podéis ver historias como la nuestra? --preguntó Celia que no dejó que mi metedura de pata pasase desapercibida.
--Dejémoslo en que los cinematógrafos han avanzado una barbaridad.
--O sea, que veis nuestra historia, pero no nos veis a nosotras ¿no?




--¡Celia! Celia despierta ¡Celia!
Cuando los ruidos madrugadores de la corrala desvelaron a Aurora, Celia aún dormía profundamente. Haberse criado en una casa abarrotada siempre de gente había hecho que su sueño fuera inmune al escándalo, sin embargo, no tardó en abrir los ojos ante la insistencia y los zarandeos con los que Aurora la despertó.
--¿Qué pasa? --preguntó mirando a su alrededor esperando encontrar un intruso o incluso fuego en la casa.
--He tenido un sueño muy extraño. He soñado que venían a vernos desde el futuro porque al parecer en él...
--...estamos ayudando.
--Eso, es --dijo Aurora mirando perpleja a una Celia que también lo estaba.
--Yo también he soñado algo así.
--¿Cómo es posible?
--Bueno, los sueños, sueños son. No le des importancia.
--Parece mentira viniendo de ti que adoras crear historias fantásticas que pueden parecer locuras imposibles, que no le des a esto la importancia que tiene.
--¿Qué importancia? Hemos soñado algo parecido, puede que anoche hablásemos algo que nos ha condicionado a ello. Si hubiera sido un mal sueño me preocuparía, pero mi sensación es buenísima ¿la tuya?


Aurora se quedó callada, en el gesto que hizo con la boca y en su mirada, Celia pudo apreciar que estaba pensando la respuesta.
--La mía es maravillosa --respondió al fin.
--Pues eso es lo único que importa --dijo sonriendo, dando un saltito y poniéndose la bata que descansaba a los pies de la cama --¿Desayunamos?
--¿Será verdad? --preguntó Aurora aún recostada.
--No lo sé, pero si algo he aprendido desde que te conocí es que no hay nada imposible y que, cuando estás al borde de un precipicio, caer o no, a veces sólo depende de la mano que se te tiende. Yo me giré y vi la tuya y no seré yo quien con dudas se arriesgue a empujar la de quien al girarse vea la mía.
--¿Y si no tenemos la fuerza necesaria?
--Al menos nadie podrá decir, que no lo hemos intentado.


Adriana Marquina

3 comentarios:

  1. Gracias a todas esas valientes, a las que no lo fueron tanto, a las que no nos atrevimos a dar el paso.
    Bendita capacidad tuya de meterte en sus sueños que permite tranquilizar a nuestra temerosa Aurora
    Un abrazo

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  2. Encantador!! Ojalá tuviéramos el poder de hacerles ver a todas esas mujeres que con voluntad y valentía iniciaron el camino para lo que hoy disfrutamos. Creo que sería un gran orgullo y una gran emoción que pudieran ver que su esfuerzo y trabajo rindió sus frutos.

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  3. (Con internet otra vez) Finalizo con un Gracias por otra genialidad!! Abrazo

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