miércoles, 3 de febrero de 2016

Tuve que contenerme

– ¿Por qué me hacen esto?


– ¿El qué Celia? ¿Y lo más importante, quienes?

– No te hagas la tonta tú también por favor. Tú siempre has sido sincera conmigo.

– ¿Hablas de Aurora y de Camilo?

– ¿De quién si no?

-- No lo sé, podrías estar hablando de Martorell o de Elisa, en la cena parecía interesado en ti y el comentario de tu hermana ha sido de lo más desafortunado.

–¡Y que comentario de Elisa no lo es!

–Pues también tienes razón.

Cuando he entrado en la habitación de Celia para ver que tal estaba, esa ha sido nuestra primera conversación. Yo esperaba encontrarla dormida, vencida por las lágrimas que contuvo durante la cena y durante esa conversación con doña Rosalía en la que el ama de llaves, como buena madre, hizo que no sabía aun sabiéndolo todo, pero estaba despierta. Sentada frente a la ventana y a oscuras, contemplaba la hermosa luna llena que, no sin esfuerzo, había conseguido sortear los edificios madrileños para que Celia pudiera dejar sobre ella todo cuanto le atormentaba. Ni siquiera se giró para mirar quien osaba colarse en su habitación a esas horas tan intempestivas, sabía que era yo y noté como su cuerpo se relajaba ligeramente ante la oportunidad de desahogo que le concedía mi intromisión. Me senté detrás de ella, al borde de la cama. Su silla quedaba a escasos centímetros de mí y pude rozarle el pelo con las manos. No me miró, no hizo falta, ni siquiera cuando sonrió se giró para seguir hablando conmigo porque, esa sonrisa apenas duró un instante, el tiempo que tardó en comenzar a hablar de nuevo.

– No entiendo para que ha venido a Madrid. Si hubiera seguido sin responder a mis cartas al final me hubiera dado por vencida y lo de hoy… Lo de hoy si que me ha descuadrado completamente. ¿Sabes? Yo no creo en las casualidades, por lo menos no en una de este calibre. Aurora sabe perfectamente que suelo ir al Ambigú. ¿Por qué ha tenido que ir allí si no quiere verme? ¿Si no quiere saber nada de mí? ¿Si tan feliz está con su nueva vida?

–¿De verdad piensas que ella ha ido al Ambigú queriendo?

–¿Qué insinúas? – preguntó incorporándose ligeramente y poder así mirarme. Al parecer, mi pregunta, merecía su completa atención –¿Crees que ha sido su hermano quien ha insistido en que fueran allí?

El rostro de Celia, ante la posibilidad de que hubiera sido Camilo quien hubiera provocado el encuentro, se iluminó como si por su mente, de repente, todo cobrase sentido, aunque estaba claro que nada lo tenía.

–Yo no insinúo nada, pero Aurora no es una mala persona, lo sé yo y lo sabes tú. Sabes que nunca haría nada que te perjudicase…

Celia clavó sus ojos en los míos y sentí sus dudas. Creo que pensó que era lo que estaba haciendo allí si no me había enterado de nada de lo que había ocurrido y tuve que aclararle que, en mi humilde opinión, las palabras y los sentimientos de Aurora, era dos cosas completamente diferentes.

–¿Crees que me sigue queriendo? –preguntó entre confusa y esperanzada.

–¿Tú que crees?

–Creo que si me quisiera no me alejaría de ella del modo en que lo hace. Me hace daño y lo sabe, desde que ha llegado no ha dejado de tirar por tierra todo cuanto me enseñó, todo por lo que luchamos juntas, todo lo que pensaba que era y peor aún, todo lo que pensaba que era yo.

–Tú puedes seguir siendo sin ella.

–Lo sé, pero no quiero y no es de mí de quien estamos hablando.

–¿Por qué te enfadas conmigo? –pregunté con una doble intención que en el momento no entendió pero que no tardaría en descubrir.

–Porque estoy enfadada con ella y porque me haces pensar en cosas que no quiero pensar. Porque no entiendo a Aurora y no entiendo el mundo. Porque creo que me quiere pero no debe hacerlo y porque creo que su hermano ha provocado el encuentro a propósito aunque no entiendo con qué fin. Siento que la Aurora que llevo viendo dos días está encerrada en una vida de la que no sabe como salir y quisiera sacarla y no puedo hacerlo y…

Celia enmudeció de repente y volvió a sentarse de frente a la ventana, como si la luna hubiera llamado su atención y necesitase volver a centrarse en ella para soportar la conversación.

–¿Crees que Aurora me aleja de ella para protegerme?

–Creo que sí.

–¿Y entonces por qué insistió en venir a la capital para hacerse esa revisión de la que hablaba Camilo? ¿Por qué se presentó en mi casa?

–Celia, ya sabes que yo no puedo ser contigo lo clara que quisiera, pero hay muchas formas de pedir ayuda y tal vez, si Aurora decidió venir a verte, fue porque confía en ti más de lo que confía en ella misma.

–¿Y de qué se supone que me protege?

–No lo sé, eso deberías preguntárselo a ella.


Cuando Celia volvió a girarse, yo ya no estaba en la habitación. Me hubiera quedado toda la noche allí, pero Celia ya disponía, a mi parecer, de la información suficiente como para ir atando cabos y aunque más tarde volvería a verla, Aurora me reclamaba desde la habitación de invitados del piso de su hermano.

Cuando llegué, lloraba abrazada a una almohada que empapada ya no sabía que hacer para consolar a esa mujer que había perdido la fuerza que le caracterizaba, esa que marcaba su mandíbula cuando respiraba segura de sí misma.

Me senté a su lado y con cariño acaricié su espalda. Sentí en la tela de su camisón el calor que da la desesperación y le acerqué el vaso de agua que inmóvil descansaba sobre la mesilla. Se incorporó avergonzada y con la palma de su mano intentó deshacerse sin éxito de las lágrimas que descendían por su rostro, bordeaban su barbilla y se perdían por su cuello acongojado.

–Yo no quería ir, pero Camilo… – comenzó a justificarse entre hipos y aceleradas respiraciones.

–Camilo parece un hombre de costumbres y ya sabes que nadie le pone el café como se lo ponen en el Ambigú –dije intentado darle un poco de tregua a su tormento.

–Le dije que quería volver a casa, que estaba cansada, se lo dije y el insistió, como si supiera que Celia iba a estar allí, como si quisiera provocar ese encuentro.

–¿Por qué iba a querer hacer eso?

–Tu no le conoces, pero esa forma de llamarla, tan insistente y mal educada, eso no ha sido una casualidad, yo no creo en las casualidades y menos si mi hermano esta involucrado en ellas… ¿Qué me dices de como ha conseguido convencerla para que viniera a sentarse? Haciendo que se sintiera culpable del malestar que siento con mi embarazo, cada vez que lo pienso, me dan ganas de…

–Tranquilízate Aurora. Así no vas a conseguir nada…

–¡Van a vender la fábrica! ¿Tú sabes lo que eso debe suponer para ella? ¿Para sus hermanas? Bastantes problemas tiene ya como para tener que soportar mis desplantes y mis malas contestaciones…

– Y si piensas así ¿Por qué sigues haciéndolo?

–No tengo más remedio –dijo abrazando sus rodillas – ¿Crees que a mí me gusta hablarle así? ¿Restregarle mi embarazo? ¿Hablarle de los nombres que hemos elegido para el bebé que estoy esperando o de lo estupendo y maravilloso que es mi marido?

Su forma de formular aquella última pregunta me hizo comprender que ella nada había tenido que ver con la elección de aquellos nombres y debo reconocer que me alivió bastante porque, si la elección de Alfonsa hubiera surgido de Aurora, creo que me hubiera levantado de allí y lo habría dado todo por perdido.

Cuando no miraba me detuve en ella, era otra persona, bueno, en realidad era la de siempre intentando no ser y aunque se puede vivir así eso te mata cada día y supe, por experiencia, que Aurora estaba muriendo poco a poco. La rabia de su mirada había perdido contundencia, su desconsuelo y esa manera de medir sus palabras me hicieron comprender que todas las dudas que Celia tenía sobre la Aurora que había escrito las cartas, la que se había presentado en su casa y con la que había coincidido en el Ambigú, estaban completamente justificadas.

Tuve tentaciones de sacar de mi pluma un ramo de rosas. Un ramo atado con un lazo verde y dejarlo sobre la cama para que al sacar la cabeza de entre sus rodillas pudiera cubrirse los ojos con él y viajar asi hasta la habitación de Celia, pero tuve que contenerme y para resarcir mi culpa la rodeé con mis brazos y esperé a que se durmiera para meterme en sus sueños y guiarla hasta un camino en el que nadie pudiera decidir por ella, al que el miedo que parecía sentir no pudiera acceder, un camino en el que al final la esperaría la Celia valiente que dispuesta a todo se enfrentaría sin dudar al dragón del que no pude deshacerme y que las separaba. De mi mano se rindió a Morfeo y volví a casa Silva dispuesta a ataviar a Celia con la armadura irrompible que da el amor convencida de que solo ella podría derrotarlo, pero, decidida, había emprendido sola el camino y dormida frente a la luna, le gritaba a aquel dragón que se apartase de aquel camino que era suyo, porque la mujer que esperaba al otro lado era suya. Su cuerpo, su corazón y su razón, una razón parecida a la que yo he entregado por ellas y por este ejército que espera a los lados de ese camino dispuesto a curar cualquier herida que la batalla pueda provocar.

Adriana Marquina

6 comentarios:

  1. La historia de estas 2 mujeres, me.fascina...
    Y, desde aquí, a las dos actrices, Candela.y Luz: "Chapeau!""

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  2. Adriana, tienes un don de palabra maravilloso! Lo admiro igual que tu mente tan creativa. Un aplauso! No sé a qué te dedicas pero creo que deberías pensar en ser escritora o guionista. Gracias por compartir tu talento con nosotr@s!

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    1. Pues no me dedico a ello pero luchando estoy por conseguirlo. En breve sacaré mi primera novela y confío en que no sea la última. Muchas gracias por tus palabras. Un placer tenerte por aquí.

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  3. Que Don por Dios!! No lo pierdas nunca,felicitaciones por lo que nos compartes y tu futura novela; bien merecido lo tienes. Gracias!! Saludos

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