sábado, 5 de diciembre de 2015

No puedo hacerle esto

Querida Aurora:
Parece que solo te escribo para darte malas noticias, pero últimamente la desgracia parece sentirse cómoda entre las paredes de esta casa. Sé que no es una buena forma de comenzar una carta, ojalá pudiera decirte que todo va bien, que a pesar de que no estés a mi lado la vida me está sonriendo, pero no es así, o por lo menos no durante el tiempo suficiente como para disfrutar de ello. ¿Recuerdas que te conté que estábamos movilizándonos? ¿Qué junto a Diana habíamos conseguido que las mujeres de la fábrica se unieran a las protestas para que investigasen la muerte de Azucena? Pues conseguimos además que también nos apoyasen los hombres. ¡Sí! Como lo... iba a escribir oyes, pero desgraciadamente los teléfonos siguen sin funcionar y ni siquiera sé si has vuelto a intentar llamar a casa. Nos apoyaron, nos apoyó hasta la prensa. Publicaron nuestra hazaña y tuvo tal repercusión que esta mañana, antes de ir a la escuela, Bernardo ha venido a comunicarme que habían abierto una investigación y que habían detenido al mismísimo comisario. ¡Qué orgullosa me he sentido! Hubiera podido comerme el mundo en ese momento. Lo acusan del asesinato de la mujer, todo un logro si no fuera por... Tal vez no debería contarte esto. No quiero preocuparte y te diría que es porque yo no lo estoy, pero te mentiría y prometí no hacerlo. Estoy preocupada Aurora, te dije que tendría cuidado pero me dejé llevar por la emoción, por algo que, ahora me doy cuenta, es mucho más grande que yo. Puse mi nombre en los escritos al periódico, lideré las protestas y convoqué las manifestaciones, incluso le concedí una entrevista a un periodista que quería información, supongo que la leerías, sé que La Nación también llega hasta Cáceres.
He sido una ilusa y ahora... Ahora estoy amenazada y no sé que pensar... Destensa la mandíbula por favor. Sabes que adoro el ángulo marcado que se dibuja en tú rostro cuando la aprietas de esa manera, pero no quiero pensar que lo pueda estar provocando un "te lo advertí" que ya conozco y que lamentablemente ahora no me puede ayudar. Esta tarde han roto el cristal de mi cuarto con un ladrillo. Merceditas y yo estábamos en la habitación hablando de Doña Rosalía. ¡Pobre mujer Aurora! Está destrozada, otra mala noticia que aún no te he comunicado y que lo ha teñido todo de negro. Germancito, mi sobrino, ha muerto. Apenas una semana les ha durado la felicidad a Germán y Adela. Llevaba unos días inquieto, llorando a todas horas y con fiebre. Doña Rosalía pensó que serían cólicos, dijo que eran normales en los bebés, seguramente así sea, tú lo sabrás mejor que yo, pero se equivocaba y cuando quisimos avisar al Doctor Loygorri ya era demasiado tarde. No pudo hacer nada por el pequeño y... Germán... Germán está destrozado y al parecer ha culpado a Rosalía de la muerte de la muerte de su hijo. No sé con certeza cuales han sido sus palabras, yo intentaba distraerme estudiando en la habitación. ¡Ilusa de mí! Era algo imposible, demasiadas cosas en que pensar, demasiado que meditar. Merceditas estaba en la habitación conmigo, traía una tisana que le pedí y estábamos hablando de los reproches de Germán cuando rompieron la ventana. En el ladrillo había una nota con una amenaza escrita que decía; Las muertas no votan. ¡Que sensación Aurora! Un escalofrío ha recorrido todo mi cuerpo. Ha sido como si alguien estuviera acariciándome la piel con el filo de un cuchillo recién afilado. Bernardo ha ido a poner una denuncia, pero... No creen que esa nota sea suficiente como para investigar nada. Él prefiere pensar que estoy equivocada, pero algo dentro de mí me dice que es la propia policía la que está detrás de esa nota. Aún no se lo he contado a mis hermanas, no quiero preocuparlas con conjeturas, demasiado tienen ellas con mantenerse en pie cada día. ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado Aurora?



Una lágrima de desesperación resbaló por la sonrosada mejilla de Celia y fue a parar justo encima del nombre de Aurora que casi desapareció bajo ella. Celia dejó la pluma sobre él escritorio. No había terminado pero tampoco sabía como continuar. Cogió la carta entre sus manos e intento calmarse. Comenzó a leer desde el principio, como cuando se atascaba en alguno de sus relatos. Hacer aquello le ayudaba a continuar, como si las palabras ya escritas eligieran a las que quedaban por escribir.
El aire frío que, tras haber encontrado el modo de atravesar la persiana cerrada, intentaba deshacerse del parche temporal que Raimundo había colocado sobre el marco sin cristal de la ventana, silbaba una melodía repetitiva y penetrante que llamó la atención de la escritora. Aquella melodía, tal vez susurrada por el mismo aire que tras recorrer el mundo había decidido volver a Madrid, era la misma que había reclamado su entrada al cementerio después de equivocarse de tranvía a la salida de sus clases. Sonrió sutilmente y en las grietas de sus labios pudo sentir los restos de sal de la lágrima que había detenido su pluma.
--No puedo hacerle esto --susurró mirando a la cortina blanca que onduló despacio, como si estuviera de acuerdo.
Arrugó la carta entre sus manos y dejó que todas aquellas malas noticias con las que había destrozado la inocencia blanca del papel, cayeran dentro de la papelera negra que descansaba hambrienta a los pies del escritorio. Al hacerlo, el silbido desapareció, el aire cesó en su empeño y la cortina, inerte, dejó de responder a Celia que cogió otro folio y se dispuso a comenzar de nuevo.




Querida Aurora:
Madrid está radiante con la luz del invierno que ya se aproxima. El sol se divierte coloreando las nubes lejanas que se ven en los amaneceres. Sus tonos rosados y morados, ¡que ya quisieran muchas mujeres poder lucir en las telas de sus vestidos!, le regalan a esta ciudad un espectáculo que intuyo, solo sabemos apreciar unos pocos. Las noches se han vuelto gélidas y las estrellas muestran su esplendor mientras intentan alumbrar la penumbra de las calles que, al paso de los serenos que las recorren incansables y que atraviesan a cada paso el vaho de su propia respiración, ignoran, que la vida se ha detenido. ¡Qué hermosa es esta ciudad cuando sus habitantes duermen! Y cuanto me gustaría poder pasear por ella de tú mano. Al fin creo haber comprendido que, si en está vida hay un camino, me hubiera gustado recorrerlo junto a ti.
Hoy me ha pasado algo importante Aurora, algo que me ha cambiado y que solo de pensarlo me hace sonreír, algo que espero saber explicarte, que confió sepas comprender;
Esta mañana, al salir de la escuela de maestras, me equivoqué de tranvía. No me di cuenta, iba enfrascada en la lectura de uno de mis libros. ¡Ya me conoces! Andaba soñando entre sus páginas, disfrutando de sus palabras, de cada letra que las forma. Iba pensando en todo y en nada, tú estabas incluida en ambos extremos. Cuando he querido darme cuenta, estaba a las afueras de Madrid y por un momento, al ver la silueta de los edificios dibujada en el horizonte, he sentido la necesidad de continuar alejándome, de irme sin mirar atrás. ¿El destino? Ninguno y todos a la vez. Hubiera caminado dejando que las contradicciones guiaran mis pasos, pero algo, algo que se ha repetido hace un instante en esta habitación desde la que te escribo. Una melodía lejana, el silbido del viento que inocente agitaba las ramas de unos árboles que a mi espalda parecían reclamarme, ha decidido por mi. ¡Eran cipreses Aurora! Se agitaban sutilmente, como si estuvieran siguiendo el compás de un vals creado expresamente para ellos. Parecían libres y sin embargo un muro de piedra los retenía recordándoles que no lo son, que tienen una función, que sin ellos, las almas del camposanto, estarían prisioneras bajo las pesadas lápidas que dan sepultura a los cuerpos de los que alguna vez fueron dueñas. Esos árboles han de estar ahí, sus troncos incorruptibles, la frondosidad de sus ramas y el verde esperanza que siempre brilla intenso, deben servir de escalera hacía un cielo que tarde o temprano nos dará cobijo a todos.
No me he dado cuenta de donde estaba hasta que no he tenido delante la enorme puerta de forja negra que nos permite, a los que aún sobrevivimos, acceder a ese suelo sagrado que se alimenta del amor que se llevaron los que nos han dejado.
Sé que sabes hasta donde me han llevado mis pasos, pero no temas, aunque debo reconocer que he necesitado recorrer una por una las letras de su nombre, cinceladas en la piedra, para ser consciente al fin de que ya no volverá. Tal vez te parezca una locura, pero aún seguía sintiendo la necesidad de acercarme hasta su casa para contarle las cosas que me acababan de ocurrir, hasta que, a medio camino, recordaba que tras esa puerta ya no me iba a encontrar con su sonrisa. Soy consciente de hasta donde me llevaron sus acciones, pero por incomprensible que parezca no puedo culparla de mis cicatrices. Junto a ella pase tantos momentos buenos... Con ella me confesé tantas veces... Que allí, sentada sobre su tumba, me he sorprendido hablándole de ti. No sé como ha ocurrido, miraba su tumba en silencio, con la mente en blanco y los ojos vacíos, intentaba que el aroma de las flores frescas que descansaban sobre la pesada losa trajera hasta mi el aroma de su cabello cuando he sentido una mano posándose sobre mi hombro. De repente la he sentido junto a mí, consolándome, explicándome con ese gesto que sigue estando a mi lado, que me escucha, que ahora más que nunca me comprende. Le he hablado de la escuela, de Diana, de Francisca, de la tristeza de don Benjamín o de lo hundido que se quedó Bernardo. Del futuro que la hubiera esperado lejos, junto a él. De imaginarnos como dos ancianas que tras años sin verse se reencuentran en el anden de una estación en cuyo reloj, el minutero, ya retrocede. He visto su sonrisa y me he dado cuenta de que en esta vida todo ocurre por algo, que cada persona con la que nos cruzamos tiene una función que desempeñar a nuestro lado. Estaba equivocada en cuanto a cual era la que le correspondía a ella, pero he necesitado este tiempo, ese error, esa melodía y esa mano posada en mi hombro para darme cuenta de ello. Su recuerdo me acompañaba de la forma incorrecta, me centré en lo que quería que hubiera sido y no en lo que fue en realidad, en lo que será. Sí, será, porque he llegado sola a ese cementerio, pero he salido de él con un ángel protector y confesor que ha liberado la parte de mi corazón que me impedía sentirte plena. Ahora sé que puedo amar más allá de ella, porque simplemente, Petra no apareció en mi vida para que yo se la entregase de esa manera.


Adriana Marquina

2 comentarios:

  1. Grandiosa eres mujer, increíble, me estoy reponiendo de esas emociones encontradas. Me llena de emoción y amor lo que has escrito.
    Entiendo que escribiera esa carta a Aurora y decidiera no enviarla para evitarle aún as sufrimiento. No se si tendré razón, creo que la enfermera leerá entre líneas y verá que hay algo más de lo que su amor le cuenta.
    Creo como dice Celia que todas las personas con las que nos encontramos en la vida tienen su peso para bien o mal, e incluso las que mas nos han hecho sufrir y nos han lastimado con mayor virulencia, al final nos sirven para aprender, y de ese modo crecer.

    Adoro que le diga que la ama a ella, y que no lo supo reconocer porque estaba obsesionada con haber podido llegar a algo más con Petra. Y no digo que no lo sintiera, que estoy convencida de que Celia ama a Aurora, en la serie también, no solo en tu paralelo.
    Siempre lo he defendido, puedo estar equivocada, pero no creo, lo percibo y no suelo equivocarme. ;)

    No se cuantas horas te llevó escribir esto, ni lo que sufrirías al meterte en la mente y sentimientos de Celia, pero te has coronado señorita, de verdad que sí.

    No te quiero aburrir, que somos muchas a las que has de leer. Y te pasará como a Luz y Candela, que no alcanzas a todo.

    Un abrazo y un millón de gracias. Raquel

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  2. Que susto me he llevado, pensaba que le iba a mandar la primera carta, que agorera era un rato, pero ha cambiado de opinión ...y está bien que sea clara con respecto a Petra porque Celia se merece a Aurora pero ya. Creo que el día que se vuelvan a encontrar será épico.
    Un saludo y hoy, ni laismos ni ná jaja..perfecto y lo dicho, imaginación tienes a calderos.
    Enhorabuena.

    Ana72

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