domingo, 6 de noviembre de 2016

Repitiendo con La Distancia

Hace ocho meses viajé hasta Madrid para ir al teatro a ver La Distancia. En aquella ocasión no tenía ni idea de qué trataba la obra así que dejé que los sentimientos brotasen cuando decidí contaros lo que habían visto mis ojos. Al hacerlo, me di cuenta de que no solo había visto. Me di cuenta de que la pesada culpabilidad que sentía sobre el alma, esa que astuta se manifestaba ligera en mi día a día, lloraba sobre las palabras que brotaban de mis manos temblorosas ante mi corazón expuesto. 

Hoy he vuelto a leer aquellas impresiones (Impresiones de La Distancia) porque el viernes me senté de nuevo sobre la hierba del campo que me esperaba al otro lado de las puertas del teatro Kamikaze, que más que un teatro, a mí me pareció una milonga de paredes azules en la que se escuchaba la tragedia de un tango lastimero sin que en realidad se escuchase nada. Solo que ayer, ya sabía a lo que iba. Iba a confirmar mi teoría, a reafirmarme en el hecho de que no pudimos hacer nada y, sin embargo, nada más apagarse las luces, me di cuenta de que no era necesaria una segunda vez para saber que ya, y gracias a los cuatro personajes que como en otra dimensión se adueñaban del aire, no había herida. Y como no me hacía falta, calmé a mi cicatriz, me relajé sobre mi asiento y me dispuse a disfrutar del baile de tiempos que pararon el mío cuando una cuarta inmóvil fuera de lugar, anunció que Amanda y David, estaban listos para comenzar la coreografía. 

“Son como gusanos” Esas son las tres palabras con las que se pone en marcha el metrónomo que marcará el ritmo de los últimos cinco minutos de Amanda. Que se acelera en cuanto David la obliga a recordar a Carla. Y es que Carla es una de esas personas que viven lo que están contando con tanta intensidad que las ganas de preguntarle a dónde quiere llegar se silencian en el nerviosismo de la necesidad que siente por ser comprendida. Coherentemente acelerada, le explica a su nueva amiga, como perdió a su hijo sin perderlo dentro de las paredes de una casa azul a la que llegó después de que el caballo de montas que le habían prestado a su marido, decidiera saltar la valla que delimitaba el jardín de su harén. Ella le cuenta su vida, esa cuyas expectativas se esfumaron con el alma de David y que Amanda no comprende. ¿Cómo va a comprender una madre que ha sido educada para medir la distancia de rescate, que otra sea capaz no solo de no medirla sino casi de ignorarla? Y es que Amanda vive, aun muriendo, para salvar a su hija de sus propios miedos. Unos miedos que le atormentan, que le hacen preguntarse quién es, como ha llegado allí y que pasará cuando se vaya. Que vive en cosas que no son importantes y que chocan una y otra vez contra un telón de acero irrompible que no la deja ver el otro lado, que mantiene a Carla encerrada, a Nina desconcertada y a David mucho más cerca de lo que nadie podría imaginar. Y que, a mí, como simple espectadora de la escena, me hacía mirar constantemente hacía arriba con la esperanza de que tras él brillase en algún momento un sol que secase el maldito campo sobre el que quería arrastrarme para limpiar la culpa de mi impasibilidad ante la verdad que esconden los hechos.  

Como ya he dicho antes y como ya dije en su momento, si queréis descubrir de lo que hablo deberíais ir a ver la obra. Tanto si ya la visteis en el Galileo, como si no. Porque si no la visteis aún estáis a tiempo y si sí que lo hicisteis, os aseguro que no es lo mismo. Nada es lo mismo. La adaptación a este nuevo escenario es maravillosa, magistral me atrevo a decir sin temor a estar exagerando. El texto ha sido revisado, la gestualidad de los protagonistas pulida hasta ser convertida en un diamante en el que inevitablemente te ves reflejado en algún momento. Carla, Nina y David no han cambiado y, sin embargo, no son los mismos. Es como si en estos ocho meses se hubieran perdido más para que el espectador pudiera encontrarlos mejor. Ni siquiera la Chamana que habita la casa azul es la misma, porque es como si por ella hubieran seguido pasando las almas, como si la experiencia en la migración se hubiera perfeccionado bajo ese turbante que perturba con la luz del mechero con el que enciende el primer cigarrillo y que refleja en su sombra la grandeza, la importancia y la necesidad de lo que va a ocurrir a continuación. Porque, en este nuevo espacio del que el director, Pablo Messiez, ha conseguido que se adueñen María Morales, Luz Valdenebro, Estafanía de los Santos y Fernando Delgado como si de verdad fuese su propio hogar aunque, un hogar debería ser seguro, hay que estar atento no solo a lo que te “dicen” que tienes que ver, si no a lo que se escucha, a lo que se huele, a lo que se siente, a lo que se cuenta y a lo que no. A los gestos, las miradas, las caricias, los temblores, los pasos firmes, las carreras desesperadas, las respiraciones agitadas, las calmadas… En definitiva, hay que estar atento, no solo a la vida que se escapa, a la que fue o a la que será, sino a la que es y esa, solo puede ser la tuya propia. Tu propia distancia de rescate.

Mi más sincera enhorabuena por este trabajazo que confió poder volver a aplaudir desde la butaca de algún otro campo. Y que confío pueda viajar para mostrarle al mundo un problema que se silencia por el bien del poder de las empresas que lo provocan. Esas que, con los bolsillos bien llenos, miran hacia otro lado mientras se lavan las manos con un agua limpia que cambia y arruina la vida de aquellos a los que se les niega.

Adriana Marquina

No te quedes sin verla. Horarios y venta de entradas aquí.

2 comentarios:

  1. Ya me gustaría ir a verla Adriana pero a ver si hacen gira y vienen a Canarias para poder verla gracias por compartir ese sentimiento de un tango lastimero, porque ese sentimiento es el que tengo yo en mi alma no he tenido una semana fácil y me evado con el baile y ver a mis compañeros de tango bailar es como una sensación de libertad y de erotismo que da ver bailarlo porque es un baile muy sensual y yo soy bailarina de contemporáneo y tenemos más energía cuando nos movemos porque hacemos bailes más movidos saludos

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