lunes, 25 de abril de 2016

Un par de semanas más

El primer tranvía que salía de Madrid rumbo a Arganzuela lo hacía a las seis de la mañana. Ni Celia ni Aurora lo habían cogido nunca, ni tan siquiera en el sentido inverso, pues ellas, a esa hora, todavía podían permitirse el lujo de seguir durmiendo. Con el cansancio propio de quien apenas ha dormido, ambas se sentaron en sus respectivos asientos y, no fue hasta pasado un rato que cayeron en la cuenta de que en aquel vagón solamente había cuatro pasajeros más.
--Cuando nos crucemos con el que viene desde Arganzuela fíjate bien, seguro que ese sí que está abarrotado --le susurró Celia a Aurora al ver que miraba a su alrededor incrédula --, la ciudad no puede despertarse sin ellos.
--Qué hipocresía, no dejan que vivan cerca pero no pueden vivir con ellos lejos --contestó Aurora con ese tono reivindicativo que hacía semanas Celia no escuchaba.
--Ya sabes que Madrid funciona así pero, como de momento no podemos cambiar esto también ¿qué te parecería disfrutar conmigo de este precioso amanecer?

Aurora no había caído en la cuenta de que los primeros rayos de sol estaban comenzando a iluminar el horizonte hacia el que se dirigían pero, cuando miró lo que Celia señalaba, un cielo negro que se difuminaba en azules rosados salpicados de nubes, sonrió perdiéndose en aquel espectáculo de la naturaleza del que tantas veces había disfrutado desde su añorada ventana y que tanto había echado de menos. Con un movimiento tan sutil como natural, Celia se quitó la bufanda que le cubría el cuello y la dobló sobre sus rodillas de tal manera que, debajo de ella, pudo sujetar la mano de Aurora para acariciarla con cariño durante el resto de aquel viaje que las devolvía a su hogar.
--Vas a llegar a la escuela y te vas a quedar dormida en el pupitre --bromeó la enfermera al ver como Celia luchaba contra sus parpados que con el zarandeo del tranvía se le cerraban sin remedio.
--Va a ser un día muy largo, después de la escuela tengo que volver a Madrid para ir a ver a Blanca pero te prometo que esta noche cuando llegue estaré todo lo despierta que tu vuelta a nuestra casa merece.

Ambas sonrieron ante aquella declaración de intenciones que les obligó a contener un beso en el que se hubieran perdido sin problema. Se despidieron al bajar de la tartana en la que había que finalizar el trayecto y Aurora se fue a casa a esperar la vuelta de su amada.

El día fue largo para ambas. Cuando Celia regresó, Aurora estaba tan aburrida que no había podido evitar que sus pensamientos desembocasen en un sin fin de trágicos presagios que afortunadamente no se cumplieron y que desaparecieron en el preciso momento en el que, llena de orgullo, le comunicó a la maestra que le habían ofrecido un puesto en la casa de socorro pero que había tenido que rechazarlo. Celia se preguntó el porqué y al escuchar la explicación de Aurora, que por otra parte tenía su lógica, sintió que no podía irse, no se había parado a pensarlo hasta ese momento y la enfermera que la conocía casi mejor que a ella misma, se dio cuenta de que algo pasaba más allá de ese cansancio que la maestra acababa de utilizar como excusa aunque prefirió ignorar a su instinto y disfrutar del abrazo que la maestra le ofreció.

Aquel abrazo, que no surgió de otra cosa sino de la necesidad de alivio de ambas, encontró lo que buscaba casi de inmediato pero, algo entre sus cuerpos decidió que aquel bálsamo no era suficiente para recuperar las horas perdidas y los labios de Celia comenzaron a acariciar el cuello de Aurora mientras ésta dejaba que sus manos recorrieran aquella espalda con la que había soñado cada noche desde que se fue. Cuando los labios de Celia se toparon con la tela de la camisa de Aurora, no tuvo más remedio que desabrocharle unos cuantos botones para poder seguir besando aquel hombro que despacio aparecía ante ella y que, sin saber bien como, la guió de vuelta a un cuello que se hizo interminable de camino a aquella barbilla que tanto le gustaba y que parecía clamar al cielo una compasión que no quería recibir.  La mano derecha de Aurora que, en venganza por aquella tortura decidió colarse debajo de la falda del traje de la maestra, comenzó a recorrerle un muslo que no tardó demasiado en ceder a sus caricias.
--Tengo la sensación de que te estás aprovechando de mí --le susurró Celia al oído para después morder con suavidad el lóbulo de aquella oreja que obligó a que cada vello del cuerpo de Aurora se erizarse.
--La solución a eso es sencilla --respondió melosa mientras se colocaba de pie delante de ella.

En un instante, el cinturón que rodeaba la cintura de Aurora envolvió el cuello de Celia y, con un tirón delicado, hizo que se levantase para dejarla de pie ante ella. Aurora se llevó las manos a la espalda para desceñir su falda y al hacerlo, su camisa desabrochada, se abrió para deleite de la mujer que esperaba paciente a que la tela de aquella falda cayese al suelo que hacía rato la reclamaba. Aurora la perdió de camino a la habitación casi al mismo tiempo en que Celia lanzó la suya sobre la butaca en la que había dejado el abrigo y, a pesar de que ya estaba luchando para sacarse aquella camisa que le encantaba pero que no era precisamente fácil de quitar, se detuvo al ver como Aurora, de espaldas a ella y ya con el torso desnudo, comenzaba a soltarse aquel cabello negro que tanto le gustaba a Celia ver caer.
--Me encanta tu melena --dijo cogiéndosela con las manos para volverla a soltar al instante.
--A mí me gusta más con tus dedos enredados en ella --respondió tumbándose sobre la cama mientras elevaba ligeramente la cadera para mostrar sus intenciones.

Celia, servicial por propio interés, se deshizo de la tela que cubría la pelvis de Aurora y terminó de quitarse la camisa y el resto de la ropa interior antes de acostarse a su lado. Desnudas, recorriéndose con las manos los cuerpos como si necesitasen asegurarse de que aquello estaba ocurriendo de verdad, se perdieron en un laberinto de besos de un solo recorrido para el que sin embargo no encontraron la salida. El avanzado estado de Aurora limitaba un poco sus movimientos, ella, que adoraba tumbarse encima de Celia para mecerse sobre su cuerpo como una ola de mar caliente que va y viene mientras descansas sobre esa orilla que solo quiere engullirte, tuvo que reprimir sus ganas y se tumbó de lado para que la maestra pudiera perderse en ella sin dificultad. Con una caricia continua que comenzó en las costillas, que recorrió el vientre de la enfermera, atravesó la cadera y con la que arañó ligeramente el muslo de Aurora, Celia llegó hasta las puertas que guardaban el punto más frágil del cuerpo de aquella mujer que, antes de dejarse llevar, sonrió con el reflejó de la pasión en sus ojos para después guiar su mano hasta el mismo punto del cuerpo de Celia que se amoldó a ella para que Aurora no tuviera que girarse demasiado.
--No os haré daño ¿verdad? --susurró antes de dejar que su índice se perdiera entre la humedad de la enfermera.
--Tranquila, tú amor nunca podrá hacernos daño.

Aquellas palabras le dieron a Celia la seguridad necesaria para seguir provocando en Aurora unos gemidos que tuvo que silenciar con una almohada que también había añorado aquella contención y que descansó triunfante con la marca de las uñas como trofeo en el mismo instante en el que Celia liberaba el hombro de Aurora con el que ella se había amordazado.

Tomando el aire necesario, Aurora se volvió hacía una Celia que, extasiada, sonreía como si todos los problemas hubieran desaparecido de repente y que se recostó sobre su pecho mientras disfrutaba acariciándolo con la punta de los dedos.
--Siempre has sido preciosa --dijo Celia elevando la mirada buscando la de Aurora --, pero debo reconocer que el embarazo hace que lo seas aún más.
--¿Lo dices de verdad? Yo cada vez me siento más pesada, me veo más gorda y me siento más cansada.
--No solo lo digo de verdad, lo digo de corazón. Eres preciosa.

Los primeros rayos de sol despertaron a Celia que, lejos de lo que hubiera hecho cualquier otro día, se levantó de inmediato, aún con la sonrisa en la boca y se fue a la calle a por el periódico, el pan del desayuno y, ya que estaba, el correo. Cuando regresó a casa, Aurora se desperezaba de camino a la cocina y al verla entrar tan contenta, no pudo evitar contagiarse de aquella energía que la despertó de inmediato pero que no le quitó el frío por lo que volvió a la habitación a por una toquilla con la que abrigarse. Mientras lo hacía, Celia revisaba el correo. Un correo en el que no solo venían las cartas de amor de sus inocentes alumnos sino que además traía la carta de un futuro que Celia decidió ocultar. No por maldad, si no por cobardía. No era el momento de huir de Madrid, no al menos para ella, no mientras su hermana Blanca estuviera entre la vida y la muerte. No era el momento pero aquella carta lo hacía más posible que nunca y no supo como decírselo a Aurora, no hasta que habló con Diana, no hasta que gracias a sus palabras encontró una solución que estaba segura no contentaría a Aurora pero, que dentro de las opciones, era la más sensata.
Aurora lo comprendió aunque no disimuló su desilusión, una desilusión que le estuvo rondando toda la noche, que a Celia también la tuvo un rato en vilo mientras seguía poniendo sus dos opciones en una balanza que una y otra vez se inclinaba hacía la decisión tomada. Una desilusión de la que se deshizo ya de madrugada, de la que se deshizo al imaginarse trabajando en la casa de socorro, de la que al deshacerse le permitió soñar con como sería su piso de Soria, como sería su vida en aquella ciudad a la que pretendía cambiarle el clima con el calor del amor que sentía por la mujer que descansaba a su lado y, que lo único que le había pedido después de habérselo entregado todo, había sido un par de semanas más.


Adriana Marquina

3 comentarios:

  1. Si que lo sos una ESCRITORA con todas las letras, recién hoy pude ponerme al día con los paralelos (perdón x eso) y eso de leer 3 maravillas juntas no es poca cosa. Me encanta como escribís, describís. Un verdadero DON gracias por compartirlo...Espero tener pronto tu libro y disfrutarlo como disfruto leyendo tus paralelos. Mil gracias Adriana!! Un abrazo

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  2. Tu estilo es mucho más dulce que el mío en las escenas eróticas :P
    Me encanta cuando hablan mientras se besan y el tenor de Celia a hacerles daño a su mujer y su bebé.

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  3. Adriana, me encanta como escribes... y aunque sea una historia en paralelo para mi gusto conservas a la perfección la esencia de Celia y Aurora, tus relatos me ayudan a complementar la historia de la serie y me he pasado como 2 horas embobada leyendo y leyendo( y lo que me falta pero irè poco a poco) ya que apenas descubrí este blog... GRACIAS disfrute cada palabra en tus relatos ... TE FELICITO y admiro mucho tu trabajo SALUDOS

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