domingo, 31 de julio de 2016

Los sueños de los demás

La Marina de la que tanto había hablado Aurora, esa que se mostró durante la cena y que hizo que Celia se plantease ya en serio si no había sido injusta con ella, desapareció en el preciso momento en el que ambas se quedaron solas en la habitación del hospital.

La culpable de que hubieran estado a punto de morir asfixiadas por el humo que se había ido acumulando en el pequeño piso de Arganzuela, no pudo seguir ocultando la frustración que haberlas visto ingresar a ambas con vida le había generado y confiando en que el medicamento que debía inyectarle a Celia actuase con la inmediatez esperada, cambió la sonrisa amable por la desapacible sonrisa de quien odia más allá de lo soportable.

Ignorando las preguntas de Celia cargó la jeringuilla y, excusándose en lo inútil que sería explicarle cual era el contenido de la misma, sujetó con fuerza el brazo de la maestra que agotada poco pudo hacer por evitar el pinchazo, la mirada impasible y amenazante de la enfermera y los efectos del medicamento que la dejaron inconsciente en apenas unos segundos.


Una tos seca salida directamente de sus pulmones la despertó de repente. Era una de esas toses que te contraen el pecho, que se quedan a media garganta impidiendo que el aire pueda entrar, que te presiona las sienes y hace que sientas por un momento que te estás ahogando, que no hay salida. La voz preocupada de Aurora preguntándole si estaba bien fue milagrosamente la puerta que la sacó de allí, la que le devolvió el aliento, la que hizo que sus pulmones funcionasen de nuevo con normalidad, la que consiguió que abriera los ojos.
-- Toma un poco de agua mi amor, creo que estabas teniendo una pesadilla.

No sin esfuerzo Celia se incorporó para poder beber del vaso de agua que Aurora le estaba ofreciendo y se lo devolvió cuando dentro de él ya no quedaba una sola gota.
-- Parece que no hubieras bebido en años. ¿Estás bien? --preguntó mientras dejaba el vaso sobre la mesita de noche.
--Sí. Sí, sí perdona si te he despertado --respondió algo aturdida --. Es solo que estaba soñando que...

Celia, de cuyo rostro se apoderó la duda, miró a su alrededor para asegurarse que lo que iba a contar no había sucedido de verdad pero tuvo que callarse al ver que no estaba en su habitación, al ver que no era su casa, que no era su cama, que el aroma de las flores que abarrotaban la estancia no conseguía encubrir el olor a hospital que lo inundaba todo.
-- ¿Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? Lo último que recuerdo es...

De nuevo Celia dudó de lo que iba a decir. Su último recuerdo era una acuarela pintada con la esperanza del beso que soñaban poder darse alguna vez a la luz del día solo que, al ir a acariciarlo, la imagen se difuminó sobre el lienzo de su memoria, como si el cuadro de la felicidad hubiese caído en el agua calma de una piscina de lágrimas.
-- Hemos tenido un accidente. Anoche nos dejamos el tiro de la cocina abierto y la casa se nos llenó de humo. Si no llega a ser por ti nos hubiéramos ahogado dentro pero no pienses en ello amor mío, estamos bien --susurró acariciándole el rostro --, lo único que importa es que estamos bien y ahora, debes dormirte y descansar porque si no lo haces voy a tener que volver a pincharte y te aseguro que esta vez multiplicaré la dosis indicada. No me tembló el pulso en su día y no lo hará contigo.

La voz calmada de Aurora dejó de serlo en cuanto su mano se separó de la mejilla de Celia. Dejó de serlo porque cuando al no sentirla abrió los ojos ya no era ella la que estaba sentada en la silla que había al borde de su cama. Dejó de serlo porque era Marina quien la observaba. Marina con su uniforme de enfermera. Marina mostrando una jeringuilla en la que se reflejaba la maldad de su sonrisa fría, de su mirada vacía, del alma corrompida por la venganza de algo que ni siquiera ella podía explicar. La misma Marina que se desvaneció en el aire dejando tras de sí el eco de una carcajada endemoniada que la arrastró hacia un abismo en el que no pudo evitar caer.
-- Toma un poco de agua mi amor, creo que estabas teniendo una pesadilla.
-- ¿Dónde estamos? ¿Qué ha pasado? --preguntó de nuevo desde el fondo del deja vû en el que acababa de despertarse -- ¿Por qué estamos rodeadas de ramos de flores?
-- ¡Y de cartas! -- añadió señalando a la cómoda de al lado de la puerta -- Hemos tenido un accidente. Anoche nos dejamos el tiro de la cocina abierto y la casa se nos llenó de humo. Si no llega a ser por ti nos hubiéramos ahogado dentro pero no pienses en ello amor mío, estamos bien --susurró acariciándole el rostro --, lo único que importa es que estamos bien y ahora, para que puedas descansar tranquila, te diré que no tengo ni idea de donde han salido ni las flores, ni las cartas --dijo mirando a su alrededor con los hombros levantados y una sonrisa incrédula en la boca que se le contagió a Celia sin remedio.
-- Alguien las habrá traído ¿no?
-- Eso es lo más extraño. Anoche, cuando te dormiste, le pregunté a Marina si podía quedarme aquí contigo y aunque no es habitual me dejó hacerlo. El caso es que me senté aquí para poder apoyar la cabeza en tu colchón y debí quedarme profundamente dormida porque cuando me has despertado con tu tos, ya estaban aquí.
-- No quería despertarte.
-- No te preocupes, tú no tienes la culpa.
-- ¿Y has mirado de quien son? --preguntó Celia antes de beberse de un solo trago el vaso de agua que sostenía Aurora y del cual no se había olvidado.
-- No me ha dado tiempo ¿Quieres que lo haga?

La respuesta afirmativa de Celia hizo que Aurora se levantase de la silla sin dudarlo. Uno a uno, fue recogiendo de los ramos los sobres correspondientes. Todos tenían uno, pero no todos eran iguales. Los colores, los tamaños y las formas eran diferentes, igual que las flores que los formaban. Cuando terminó de recogerlos todos, volvió a la silla, los colocó sobre sus rodillas y fue leyéndole a Celia el contenido de cada una de las tarjetas.
--Sois dos de las mujeres más valientes que he tenido el placer de conocer. Si no hubierais aparecido yo seguiría escondida. Juntas seréis capaces de superar cualquier obstáculo. Gracias por enseñarme que amar nunca puede ser malo. Vuestros besos me hacen más libre. Ésta preciosa historia no podía acabar así. Sois el ejemplo de muchas. Ahora sé que se puede soñar estando despierta. Vuestro amor es pura poesía...

Los mensajes fueron sucediéndose uno tras otro durante al menos diez minutos más. Aurora los leía con la misma incredulidad con la que Celia escuchaba. Ninguna entendía nada y, sin embargo, ninguna podía dejar de sonreír porque todas las palabras que guardaban eran palabras de aliento, de admiración o de agradecimiento.
-- Pero... --comenzó a decir Celia mientras recogía y miraba los sobres que Aurora ya había dejado sobre la cama -- ¿Has visto de dónde vienen? -- Aurora negó con la cabeza -- ¡Esto tiene que ser una broma! Mira, éste lo han enviado desde Galicia, éste otro de Valencia, de Madrid, de Portugal, de Barcelona, de Málaga, de Cádiz, de Valladolid, de Asturias, del País Vasco. Estos de aquí son de México, los hay de Argentina, de Colombia, de Costa Rica. ¡Aurora! --dijo sosteniendo en su mano uno de ellos con los ojos tan abiertos como platos -- éste lo han enviado desde Bosnia. De Córdoba, de Jaén, de Brasil, de Canarias, de Mallorca, de Puerto Rico, de Alemania, de Chile, de Los Ángeles, de Miami, de Tenerife, de Noruega, de la República Dominicana, de Sevilla, de Extremadura... Hay uno de casi todas las ciudades de España, de países a los que me encantaría poder viajar e incluso de países que no soy capaz de imaginar...
--A veces el único modo de hacer lo que se desea es colarse en los sueños de los demás -- susurré desde la puerta para no asustar a ninguna de las dos.
--¿Has sido tú quien los ha traído hasta aquí? --preguntó Celia al verme mientras Aurora me invitaba a pasar con la mano.
-- No podía dejarte en esa horrible pesadilla y he pensado que tal vez os ayudaría saber que a pesar de todo lo que ha pasado en estos meses, seguís estando acompañadas.
--Sí, la verdad es que desde que volví pocas cosas están saliendo bien, menos mal que al menos hemos encontrado a alguien que quiere ayudarnos, que nos comprende y que se preocupa por nosotras.
-- Hablas de...
-- Sí cariño, de Marina ¿De quien iba a hablar si no?

Antes de que Celia pudiera reaccionar a la mención de aquel nombre que sin saber bien porqué la inquietó de nuevo e hizo que se sintiera incómoda, me llevé las flores, las cartas y los sobres. Me llevé mis ganas de decirles que Marina no era trigo limpio, que había sido ella quien había intentado asesinarlas, que esperando a Adela había matado a Germán y que viéndose descubierta por Carolina había acabado también con su vida. Me llevé las ganas de decirle a Aurora que iba a hacerle daño, que la normalidad con la que había aceptado su relación era interesada, que toda la empatía era una máscara, que las sonrisas eran de odio, que aquella mujer no hacia nada a cambio de nada y que viendo que había fracasado, más tarde o más temprano le pondría precio a su ayuda, a su amistad y a su silencio. Me lo llevé todo y las dejé solas de nuevo, con la tos de Celia despertando a una Aurora que desde su cama soñaba que le ofrecía un vaso de agua para calmarla, con el aroma de unas flores que no recordarían pero que en esa ocasión sí se llevaron el pegajoso olor a hospital y el intenso olor a humo. Me lo llevé todo y las dejé durmiendo juntas aun estando separadas; con el pelo suelto y la esperanza de la libertad cosida al blanco de unos camisones que podían haber caído pero que prefirieron dejar abrazados bajo la tenue luz de aquella habitación que después no supo cómo protegerlas.


Adriana Marquina



7 comentarios:

  1. Precioso adriana como siempre que bien te integras en la historia cuando hablas con ellas y me encantaría que cuando escribieras el paralelo en el que Aurora se entere de la verdad de Marina no fueras muy dura con Aurora, ella tiene un gran corazón y es un ser puro e inocente que como cualquier se puede equivocar y a dado su confianza a la persona equivocada y ahí estará Celia para ayudarla

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  3. Me encanta, es maravillosa tu forma de escribir, nunca me cansaré de decírtelo. Pero me hubiera gustado que fuera verdad y se lo contaras todo Aurora, a ti te haría caso ,cuando se lo diga Celia seguro que discutirán.Esta Marina nos va a volver un poco locas.

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  4. Me encanta, es maravillosa tu forma de escribir, nunca me cansaré de decírtelo. Pero me hubiera gustado que fuera verdad y se lo contaras todo Aurora, a ti te haría caso ,cuando se lo diga Celia seguro que discutirán.Esta Marina nos va a volver un poco locas.

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  5. Jajaja maravilloso!! Me encantó!! Los sueños y mejores deseos de todxs están allí con ellas.Muchos sueños se han hecho realidad gracias a ellas...Marina otra piedra en el camino que aunque amenazante sabrán como superar porque juntas podrán con todo y si hiciera falta ahí estaremos para animarlas y ayudarlas.

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  6. Me a encantado,bravo, maravilloso

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