domingo, 17 de julio de 2016

Ojalá

Marina. Ese era el nombre que llevaba días quitándole el sueño a Celia. El secuestro de Eugenia, el intento de asesinato de Elisa, la detención de Luis, el enfado de Francisca y la muerte de Carolina, no habían hecho de la semana una de las mejores pero, una vez solucionado lo primero, superado lo segundo y asumido lo demás, la amistad de Aurora con Marina estaba llevándose la palma.



Marina se había ganado a pulso la desconfianza de la maestra, desde que Cristóbal decidiera dejarla por su hermana Blanca, aquella mujer había demostrado una y otra vez que lo que les ocurriera a cualquiera de ellas, le traía sin cuidado. Su alianza con Dolores para tirar por tierra la reputación de las Silva fue de sobra conocida y aunque aquello no había salido como esperaba, no desistió. La enfermedad de Blanca dejó clara que su falta de compasión no tenía límites, le dio igual que se debatiera entre la vida y la muerte, y tampoco demostró tenerla cuando Germán agonizaba de dolor. Aurora sabía todo aquello, o al menos la gran mayoría de las cosas pero, además de la maldad, Marina también poseía el don de la inteligencia y en cuanto reconoció a la mujer que sonriente se disculpaba por haberla asustado, supo que sería ella quien volvería a abrirle las puertas a la vida de las hermanas. Sin dudarlo, cambió su ceño fruncido por el amable rostro vocacional de una enfermera entregada a cualquiera que necesitase su ayuda y, casualmente, Aurora la necesitaba pero, a pesar de sus esfuerzos, Cristóbal no pudo contratarla. Acababan de reformar el ala de oncología y no disponían de presupuesto suficiente para disponer de mas personal. Celia lo lamentó por la buena reputación que le hubiera dado a Aurora trabajar con él, Aurora por lo a gusto que se sentía cerca de la gente que trabajaba en aquel hospital y mientras ambas discutían aquel último motivo que sorprendió a Celia porque en “la gente” también estaba incluida Marina, ésta se frotaba las manos pensando en lo beneficioso que sería para ella ofrecerle un poco de interesada ayuda a la mujer que compartía piso con la única hermana que de verdad le interesaba en aquellos momentos pero claro, aquel detalle, se les escapaba a las habitantes del pequeño piso de Arganzuela.



La alegría que sintió Celia al ver que a pesar de todo lo que había vivido en los últimos meses Aurora no había perdido las ganas de volver a trabajar, se fue convirtiendo en un calvario a medida que veía cómo ambas enfermeras estrechaban lazos. Si Celia hubiera sabido que en vez de con el doctor Loygorri Aurora iba a encontrarse con aquella irreconocible Marina de la que no hacía más que oír hablar, nunca la hubiera animado a acercarse hasta el hospital a preguntar si por casualidad necesitaban alguna enfermera, pero no se le pasó por la cabeza que la dulce Marina existiera y, para su desgracia, fue con ella con quien Aurora se topó aquella mañana. La simple idea de imaginarlas sentadas en la terraza de un café le generaba una tensión difícil de disimular. Difícil porque algo dentro de ella le decía que aquella mujer no estaba siendo amable porque sí. Blanca le había contado muchas cosas y sabía que era muy capaz de mostrar la cara de una moneda incluso teniendo en la mano la cruz y el simple hecho de pensar en que pudiera estar jugando con los sentimientos de Aurora la bloqueaba hasta el punto de no saber como expresar el miedo que sentía a que pudiera hacerle daño a ella también. Pensar en ello y ver a Aurora tan entusiasmada con esa nueva amistad la estaba carcomiendo.



Sentía que dijera lo que dijese Aurora iba a defenderla, a justificarla, que iba a ponerse de su lado porque sí; tenía razón cuando reclamó su derecho a crear su propia opinión sobre las personas sin dejarse llevar por los motivos que los demás tuvieran para quererlos u odiarlos pero no con Marina. No podía permitir que la persona a la que más quería en el mundo, una de las personas con el corazón más grande que había conocido jamás, se dejase engañar por otra que llevaba meses demostrando su falta de empatía. No podía permitirlo y sin embargo, cuando se negó a acompañar a Aurora a la verbena, cuando la impotencia le llevó a reaccionar como a una niña celosa que le recordó a Aurora lo peor de su pasado con Clemente, supo que estaba consiguiendo precisamente lo contrario. No sólo estaba haciendo que se refugiarse más en Marina sino que era de ella de quien la estaba alejando. Que la comparase con el monstruo contra el que había luchado sin descanso no le sentó nada bien, pero cuando Aurora salió de casa sin ella fue consciente de que tal vez tuviera parte razón. No había estado bonito echarle en cara que no trabajase cuando precisamente era eso lo que llevaba intentando días y tampoco lo había sido insinuarle que podía irse de allí cuando le diera la gana como si no fuera a importarle que lo hiciera porque sí que la importaba, la importaba tanto que a pesar de todo, allí estaba, esperando a que Marina llamase a la puerta.



Había cedido por Aurora, porque la quería lo suficiente como para tragarse su orgullo a pesar de que disimular su disconformidad le estaba resultando imposible. Lo estaba haciendo por Aurora aunque también por ella misma porque en el fondo necesitaba mirarle a los ojos y comprobar que por mucha sonrisa que dibujase, en ellos seguía brillando la luz negra de la maldad. No se equivocaba, pero si alguien le hubiera preguntado en el momento en el que Aurora abrió la puerta, no le hubiese quedado más remedio que reconocer que fingir, fingía como nadie. Entró con la humildad como compañera y saludó a Aurora con la máscara visible de la Marina que se había ganado el privilegio de aquella invitación para después regalarle a Celia una enorme sonrisa agradecida de esas que pone la gente que sabe no es bien recibida y que sin embargo es consciente de que se encuentra en una posición privilegiada. Mientras Aurora alababa el detalle de las pastas que al parecer la invitada había elaborado con sus propias manos y probaba una, Celia y Marina se retaban con la mirada, reto, que de no haber sido por la insistencia de Aurora para que Celia cogiera un dulce, probablemente no hubiera terminado del todo bien. Si en el momento en el que cedió, su filtro de modales hubiera fallado, las pastas, la caja, la invitada y la propia Aurora, hubieran salido por la ventana de la casa sin dudarlo pero Celia era una señorita y se contuvo las ganas reconociendo que, aún sin conocer el ingrediente secreto del que Marina alardeaba embaucando un poco más a Aurora, no estaban nada mal.



El aire durante la cena, hubiera podido cortarse con un cuchillo de no ser porque Aurora se preocupó de darle a las dos la misma importancia, a ellas y a los temas banales de conversación que fueron surgiendo. Cuando terminaron, Marina vio su oportunidad y no dudó en aprovechar el pasado amoroso de Carolina para insinuar que el hecho de que su marido la hubiera dejado por otra hacia comprensible la actitud de la dependienta pero Celia no cayó en la provocación así que Marina cambió de tercio para ver si gracias a la información que tenía sobre la relación de la Silva con el Inspector podía conseguir algo más solo que la maestra, que seguía sin fiarse de ella, aludió a la confidencialidad para evitarlo. El silencio que se apoderó por un segundo de la estancia, se llenó con la voz de Aurora proponiendo que volvieran a disfrutar de los dulces que Marina había llevado para el postre solo que la propia repostera volvió a negarse a comer alguno. Según ella estaba demasiado llena, pero la insinuación sospechosa de Celia, que no terminaba de comprender los motivos por los cuales Marina se negaba a comer alguno, hizo que ésta cediera y cogiera una.
Entretenidas como estaban hablando de los casos más extraños que habían tratado, la hora se les echó encima y Marina tuvo que irse de allí a todo correr para no perder el último tranvía. Aurora lo lamentó porque para ella la velada estaba siendo muy amena, Celia lo agradeció porque en su silencio el tiempo parecía haberse detenido y Marina, Marina volvió a agradecerles la amabilidad para bajar las escaleras de la corrala maldiciendo la perspicacia de Celia que había impedido su objetivo.
-¿No ha sido tan terrible no? – preguntó Aurora nada más cerrar la puerta.
-No, no lo ha sido, podía haberse atragantado con una de las pastas… -respondió Celia irónica mientras se ponía el camisón.
-No seas así. Creo que la mujer está intentando resarcirse. Creo que podrías darle una oportunidad.
-¿Resarcirse? ¿Acaso no has entendido sus insinuaciones? No Aurora, dásela tu si quieres pero no me pidas que lo haga yo. No me fio de ella.
-Esta bien, esta bien. No volveré a insistir pero yo creo que te equivocas.
-Ojalá lo haga amor mío – dijo abrazándose a ella para dar por zanjada la conversación antes de que volviera a convertirse en una discusión - ¡Ojalá!



Aquel “ojalá” dejó a Aurora algo mosqueada, sonó tan sincero que por un momento, mientras Celia se acostaba y ella se preparaba para hacer lo mismo, dudó de todo cuanto creía de Marina pero prefirió no volver al tema así que se acostó al lado de Celia, se acurrucó a su espalda e intentó que la maestra cediera a sus insinuaciones, a sus caricias, a las palabras que susurradas le agradecían el esfuerzo de la velada y le juraban, por la sospecha aún latente de los celos, que ella era la mujer con la que quería pasar el resto de su vida.

¡Ay si ellas supieran lo que sabemos nosotras…!



Adriana Marquina

3 comentarios:

  1. Precioso adriana como siempre como me trasladaste a la cena es incluso mejor que haberlo visto

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. La verdad me comían las ansias por leer un nuevo paralelo tuyo, y claro que valió la pena la espera; GRACIAS a TI puedo comprender mejor a Celia y el porque de sus reacciones(tal ves se le a pasado la mano pero pobre lo que debe estar pasando), me maravilla la capacidad que tienes de captar al personaje, pero no debería de asombrarme con cada paralelo me refleja la sensibilidad y el gran talento para escribir que tienes, GRACIAS por otro paralelo GENIAL

    ResponderEliminar

Si tienes algo que decir, hazlo aquí: