miércoles, 12 de octubre de 2016

Por dos

El sonido de las bombas cayendo a su alrededor despertó a Aurora entre una nube de polvo y humo que hizo imposible que el primer aliento no se le quedase atascado en la garganta. Celia dormía a su lado, plácidamente. No en la misma cama, en aquel lugar no podían compartir lecho. La tienda de campaña estaba abarrotada de gente y aunque había habido ciudades en las que el azar les había permitido alguna inclusión fugaz en el jergón de la otra, a Aurora le dolían las manos de añorar el tacto de su piel.

Respiró profundo bajo la manta y miró a su alrededor confundida. Hacía meses que vivían así, pero ella aún no se había acostumbrado y estaba casi segura de que no lo haría nunca. No quiso perder a Celia cuando las opciones fueron quedarse sola en Madrid o irse con ella, no quiso perderla y sabía que el trabajo como corresponsal hacía a su compañera inmensamente feliz, aunque ella, ella no sentía lo mismo. Diariamente disimulaba las lágrimas que le encogían el corazón. Cada vez que un soldado herido era llevado al hospital de campaña, sentía que su trabajo allí era una esperanza vana disfrazada de ayuda incapaz de ayudar.

Habían huido de Marina y su interminable venganza. Del tio Ricardo y su insaciable maldad. De Velasco y sus obligaciones. Habían huido de un sin fin de amenazas que hacían de su vida un constante miedo, una constante angustia. Habían huido de una guerra para adentrarse en otra aun peor y Aurora se sentía culpable del credencial que colgando de su cuello le concedía una imparcialidad que alejaba el dolor físico, pero que nada podía hacer contra el dolor humano que las rodeaba constantemente.

Asegurándose de que nadie pudiera verla cogió su abrigo, se acercó hasta la cama de Celia, subió la manta que se había deslizado y le dio un beso en la mejilla. Sonrió al ver su mueca de agradecimiento y maldijo a la vieja máquina de escribir que descansaba en el suelo. A ella si le permitían dormir a su lado. Volvió a mirarla y salió a la calle, a la oscuridad parpadeante, al silencio aterrador que se apoderaba de su pecho tras cada bombardeo. Aquello no era vida, no era justo, aquello, aquello era el mismo infierno, su infierno.

Mirando al cielo plagado de estrellas que no brillaban porque solo podían llorar, se sentó en el banco de una mesa del campamento, rebuscó en los bolsillos de su uniforme harapiento y sacó un cigarrillo de la pitillera que uno de los soldados a los que no habían podido salvar le regaló en su último aliento. Hacía mucho tiempo que no fumaba y cuando sintió el humo en sus pulmones se transportó inevitablemente a la ventana de sus sueños, a aquella a la que no había vuelto porque creía que todos se habían hecho realidad. Cerró los ojos y expulsó el humo despacio, tanto que se vació por dentro, que volvió a Madrid, a la consulta del Doctor Uribe, a la primera vez que vio a Celia Silva, al vuelco que le dio el corazón cuando supo el motivo por el cual se estaba tratando, al abrazo con el que prometió sacarla de allí, al primer beso, a la primera vez, al temblor de piernas que detuvo con caricias, a Arganzuela, a su hogar.

Una lágrima se deslizó por su mejilla al tiempo que una estrella fugaz atravesaba el cielo. Pidió un deseo: “Que esto termine”. Y se cumplió. Un destello cegador lo iluminó todo a su espalda, un silbido ensordecedor se apoderó del mundo. Apenas tuvo tiempo de girarse y ver el campamento saltar por los aires antes de que la onda expansiva la lanzase contra el suelo polvoriento, antes de que, a su lado, cayera la máquina de escribir que ya nunca volvería a marcar el punto final de ninguna historia.

—¡Aurora! Aurora cariño, despierta. Estás teniendo una pesadilla.

Aurora abrió los ojos sobresaltada. Los zarandeos de Celia se habían colado en su sueño como si algún superviviente de aquella masacre estuviera intentado alejarla del caos en el que se había transformado todo. La miró como se mira a los fantasmas. Le apartó el pelo del rostro y lo sujetó con ambas manos para romper a llorar entre balbuceos ininteligibles que hablaban de estrellas fugaces que eran bombas, de bombas que parecían estrellas fugaces, de deseos cumplidos convertidos en pesadillas, de pesadillas que deseaba no se cumplieran. De huir, de quedarse, de amor... Todo cuanto Aurora sentía, era eso, dolor de amor, porque ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera por la mujer que la abrazaba sobre su pecho intentando calmarla, pero estaba sobrepasada, cansada, harta de no poder ser feliz ni en sueños. Se echaba de menos a sí misma. Echaba de menos su seguridad, su lucha sufragista, su libertad que, aunque solo existiera dentro de aquella casa, ya era mucho más de la que nunca había tenido y sentía que ya, ni siquiera disponía de ella. A veces se preguntaba si podría ocurrirles algo más. Sí, ocurrirles, porque ella hacía mucho tiempo que pensaba por dos. Por dos se había visto involucrada en una historia que ni les iba ni les venía. Por dos había estado a punto de morir asfixiada. Por dos había participado en un secuestro con el que no estaba de acuerdo pero que ya no tenía retorno. Por dos vivía pendiente de cualquier nueva amenaza. Por dos había estado a punto de terminar lo que el matón del tio Ricardo no supo ejecutar. Por dos sabía que estaba dispuesta, aunque lo negase, a coger las maletas y viajar hacia una guerra que, estaba segura, no tenía nada bueno que ofrecerles, aunque Celia viese en ella la oportunidad de sus vidas. Sí, de "sus", porque Celia también pensaba por dos, también había hecho todo lo que había hecho por dos, aunque, en aquel momento, por, muy acompañada que estuviera, Aurora se sentía más sola que nunca.

Celia insistió en preguntarle qué era lo que había soñado, pero Aurora se hizo la olvidadiza. ¿De qué serviría contarle su sueño? ¿Para qué iba a preocuparla por algo que ni siquiera habían decidido todavía? Se hizo la olvidadiza y le habló de que los ojos de Marina debían haberse escondido entre sus pensamientos antes de quedarse dormida. Que eran ellos los que la habían sobresaltado, los que le habían perturbado el sueño. La maestra se levantó a por un vaso de agua. Aurora lo recibió agradecida, a pesar de saberse a salvo seguía sintiendo en la boca la sequedad de la tierra removida.

—¿Seguro que estas bien?

Aurora asintió intentando disimular el malestar, dejó el vaso en la mesilla y se acurrucó a Celia cuando esta volvió a acostarse a su lado. El calor de las sábanas se había mantenido intacto y ayudó a que su corazón recuperase el latir calmado. Cerró los ojos y se deshizo del olor frío del miedo hundiendo la nariz en el pelo de la mujer que, como si nada hubiera ocurrido, se había vuelto a quedar dormida. Aurora admiró la capacidad de abstracción de la maestra, por un segundo pensó que quizá nada le importase, que a lo mejor su conciencia no estaba tan dolida como quería aparentar... Se equivocaba.

—No sé cómo dormiría sin tenerte a mi lado. Eres mi paz —susurró de pronto alejando de la cabeza de la enfermera los pensamientos que a punto estaban de poner en duda la nobleza de su compañera.

—¿Y si te equivocas y en realidad soy tu guerra?

—Serías una guerra en la que no me importaría morir...

Y por dos se besaron como si esa fuera a ser la última noche. Por dos se abrazaron creando su propio escudo. Por dos se mantuvieron a salvo de una bomba inexistente. Por dos se quedaron dormidas en la paz de una noche en la que la guerra acababa de llenarlo todo de amor.


Adriana Marquina

6 comentarios:

  1. Precioso adriana como siempre espero que no se vallan

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Por dos o por una 😍😍.... Precioso. Pero espero que esta vez los guionistas No te hagan caso y No lleven a nuestras chicas a la guerra.Esta lleno de Amor, pero también de sufrimiento, y necesitamos/necesitan un poco de paz. 😉😜

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  4. Adriana como me gustaría que tú fueras parte de los guionistas de 6 hermanas;me encanto en especial en este paralelo imaginar todas las escenas tienes una manera de escribir tan peculiar, fue genial ver la perspectiva de Aurora.... saludos

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  5. Precioso como siempre! Plasmas muy bien los sentimientos. Espero que no se vayan a la guerra y las echen de la serie.....eso ya sería el drama total.

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