miércoles, 8 de junio de 2016

Su propia vida

Cuando Celia llamó a Bernardo para pedirle por favor que se acercase hasta Arganzuela, el abogado no dudó un instante. La voz quebrada de la maestra que, a pesar de haber intentado aparentar normalidad no lo había conseguido, le hizo sospechar que algo nuevo había ocurrido con Aurora y al llegar a la casa, los ojos llorosos de Celia se lo confirmaron.

La enfermera le había enviado una carta, diría que una nueva pero mentiría porque, en realidad, las palabras que descansaban sobre la cuartilla que Celia sostenía entre las manos no lo eran. Con la voz contenida por unas lágrimas que finalmente no pudo retener, Celia fue leyéndole a Bernardo los argumentos con los que Aurora volvía a justificar que su relación era imposible. Según decía, añoraba sus besos y sus caricias, la añoraba a ella en toda su esencia pero, aunque eso fuera así, frase tras frase parecía haberse dado por vencida de nuevo y la maestra, que una vez más no entendía nada, que como hacía unos meses había estado toda la noche sin dormir llorándole a unas palabras que no terminaba de creerse pero que dolían como si fueran la verdad más absoluta, sintió la necesidad de desahogarse con un amigo y Bernardo, era uno de los mejores.

Para él, igual que para ella, que aquella carta hubiera llegado hasta Arganzuela solo podía tener dos significados; que Clemente, al enterarse de que Celia no había desistido en la búsqueda de su esposa, la obligase a escribirla para desalentarla o que Aurora, al darse cuenta de que su marido no iba a dejar que fuera libre jamás, decidiera escribirla para liberar a Celia de un amor que la mantendría atada a un "pudo ser" que no sería jamás. Fuera cual fuese el motivo, Bernardo dijo algo en lo que la maestra no había reparado; si Aurora había escrito aquella carta significaba que seguía viva y eso, dadas las circunstancias, ya era una buena noticia en sí.

Sin apenas meditarlo y para sorpresa de Bernardo que no comprendió la urgencia de Celia por descolgar el teléfono, la maestra quiso llamar al inspector Velasco para contarle las nuevas noticias. La noche anterior, cuando antes de irse se agachó a recoger un sobre que debió habérsele caído a Celia al dejar el correo sobre la mesa, le había mentido acerca de lo que podría contener y, si como había deducido el abogado Aurora estaba viva, él era el único que podía dar con su paradero.

Con el teléfono en la mano y la misma urgencia en la voz con la que había llamado a Bernardo a primera hora, se disponía a marcar cuando éste se acercó para hacer que comprendiera que, si informaba a Velasco de que Aurora había enviado una carta, el inspector querría conocer su contenido y, dado que algunas de las líneas eran más que explicitas, le rogó que lo pensase bien, que esperase y, sobre todo, que no pusiera en riesgo la libertad y la integridad de la única persona con la que Aurora contaba, es decir, que no se pusiera en riesgo a sí misma porque sin ella, a la esperanza de la enfermera, ya no le quedaría nada.

Tras la marcha de Bernardo, Celia decidió que necesitaba quedarse en casa. Con la única compañía de las lágrimas que brotaban tras el eco de las últimas frases de la carta de Aurora que, en un intento desesperado por olvidarlas había guardado en el cajón del tocador de su habitación, pasó toda la tarde sentada en una mecedora que no la mecía mirando a una nada llena de todo que, lejos de tranquilizarla, le aceleró el corazón hasta tal punto que creyó haberlo perdido cuando el piqueteo inesperado de unos nudillos contra la puerta lo detuvieron en seco.

Era Velasco quien, al no haber tenido noticias de ella durante todo el día, había decidido acercarse hasta Arganzuela para asegurarse de que su nueva compañera estaba bien. El caso del asesino del Talión seguía resistiéndosele y, tras comprobar que su incompetencia no le había costado un disgusto a la maestra o algo peor, la vida, e ignorando las señales en el rostro de la joven que indicaban que algo no marchaba bien, volvió a sus elucubraciones, a sus sospechosos descartados, a sus descartes sospechosos y a un Clemente que, en esa ocasión sí, obligó a Celia a dar un paso más cuando Velasco, con ojitos de cordero degollado, insinuó sentirse ofendido ante las dudas de la maestra sobre su capacidad de comprensión.

Él le había dado acceso pleno a una investigación que era exclusiva de la policía, le había confesado sus complejos para con su padre, su miedo a fracasar de nuevo, a seguir decepcionándolo como hijo y como detective y ella, desprendiéndose de un manotazo de los consejos de su amigo Bernardo, decidió confiar en aquel hombre que hasta el momento no le había fallado. Cogió la carta, se la entregó y esperó inquieta a que terminase de leerla, a que dedujera una verdad que esperaba volviera a poner a Clemente en el punto de mira, que la desnudaba ante él y con la que confiaba conseguir que Velasco reanudase la búsqueda de una amiga que era en realidad el amor de su vida pero no pasó nada de eso. Velasco no dijo nada, por no hacer ni siquiera parpadeó. Se levantó en silencio, con la mirada clavada en un Celia asustada que más que decepcionada se sintió vencida, le devolvió la carta y se fue incumpliendo la comprensión prometida, dejándola hundida en la misma mecedora en la que había pasado la noche, sin mirar atrás, sin preocuparse más que de sus propios sentimientos encontrados y es que, Velasco, el intrépido y sagaz, era tan cobarde que aquel acto de valentía de la señorita Celia Silva le dejó frente a frente con unos miedos que no supo gestionar y con los que prefirió huir porque, aquel hombre que quería comerse el mundo sin darse cuenta de que el mundo se lo estaba comiendo a él, jamás se había encontrado con alguien que supiera lo que es el verdadero amor, que creyera en él como algo más que una fábula de novela y, en la mirada de Celia al confirmarle que lo que había leído era lo que parecía ser, vio que aquella mujer no solo lo conocía si no que, al contrario de lo que a él le había ocurrido, lo tenía tan claro que era capaz de luchar por él sin importarle poner en riesgo su propia vida.


Adriana Marquina

3 comentarios:

  1. Precioso como siempre Adriana y Celia tan valiente y transmitiendo lo que siente por aurora y como la echa de menos y una escena que no sólo transmitieron los dos si que dan mucho de si

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  2. Precioso como siempre Adriana y Celia tan valiente y transmitiendo lo que siente por aurora y como la echa de menos y una escena que no sólo transmitieron los dos si que dan mucho de si

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  3. 👏👏👏👏👏👏 Excelente!!!

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