domingo, 12 de junio de 2016

Lo que queda por hacer

Cuando Velasco llamó a la puerta de la señorita Silva, Celia dudaba si quemar o no la carta de Aurora. Llevaba mucho tiempo esperando tener noticias suyas y aunque la carta en sí no parecía tener mucho sentido, el párrafo en el que la enfermera le hablaba de lo que añoraba sus besos o sus caricias le daba sentido a todo lo que lo había perdido desde que Clemente se la llevó. Sabía que si el inspector estaba allí para detenerla, guardar la carta no era la mejor opción, Bernardo se lo había explicado, pero sin pensarlo demasiado la metió en uno de sus libros y abrió la puerta dispuesta a entregarse a una justicia que de injusta que la parecía ya no le daba ni miedo. Pero para su sorpresa Velasco no había ido a detenerla, ni a juzgarla, ni siquiera a reprocharle nada, quería hablar, o más bien ser escuchado, había perdido su impetuosidad, su entusiasmo, pidió sentarse y Celia no dudó en ofrecerle ese asiento para ser, sin saberlo, la confesora de su mayor secreto, el espejo de su propio yo, a ser para Velasco la Aurora que su propia Aurora fue para ella.

Y ahora voy a cambiar la narración de la historia, porque estoy casi segura que en el momento en el que Velasco comenzó a hablar, todas (voy a utilizar a la mayoría) nos sentimos identificadas con ese hombre al que de puro alivio se le comía el miedo. Todas fuimos Celia en su momento, y vimos como comenzaba a ser ella misma cuando apareció Aurora en su vida, algunas dimos gracias por sentirnos capaces de ser la enfermera y empezamos a recoger a las Celias que, perdidas, buscaban un camino que seguir. El otro día con el inspector volvimos a tener la oportunidad de ver lo difícil que es aceptarse a uno mismo cuando toda la sociedad te está diciendo que no puedes ser así, cuando lo más bonito que escuchas al darte cuenta de que lo que te pasa es que te sientes atraído hacía las personas de tu mismo sexo, es que estas enferma, que eres una depravada o que vas a ir al infierno ajusticiada por los emisarios de un dios al que ni siquiera conoces pero que al parecer tienen la verdad absoluta sobre un amor al que, irónicamente, no se les está permitido acceder.

Lo primero que dice sentir Velasco es contradictorio, miedo y admiración hacia una Celia que lo mira como si no entendiera nada pero que está dispuesta a entenderlo todo. Admira el valor con el que la maestra le mostró la carta aun sabiendo lo que implicaba exponerse de esa manera, el orgullo con el que le dijo que era lo que parecía ser y ahí Celia lo descubre, descubre la vergüenza que ese hombre se da a sí mismo y comienza una confesión que confío ayudase a muchas personas a comprender que ser homosexual no es una elección, que es un sentimiento con el que se nace y, que dependiendo de cómo se nos eduque, puede ser algo tan natural como el respirar o algo tan horrible que nos impida hacerlo, que nos oprima, que nos convierta en personas que se odian a sí mismas, infelices que por hacer lo que se supone se debe hacer se arruinan la vida o lo que es peor, se la arruinan a los demás.

Después le oímos confesar que lleva años queriendo ser normal, explicándole a Celia cómo a los quince años su padre le llevó a un burdel en el que lo más que hizo fue rogar porque la prostituta no le contase a su padre que a su hijo le gustaban los hombres. Yo me di cuenta de que me gustaban las mujeres a los doce, y digo me di cuenta porque insisto que ser homosexual no es una opción, o sí, pero estoy segura de que ocultando la verdad nunca se puede llegar a ser feliz, ni libre, ni a amar con plenitud. Me di cuenta, y mirando a mi alrededor tuve la sensación de estar sola, de ser la única persona en el mundo que sentía eso así que lo dejé de lado, lo dejé pasar como deja pasar el amor una niña de doce años, con inocencia pero, a los catorce, viendo como era costumbre un programa de música en la tele, se colaron en mi pantalla dos chicas que se besaban bajo la lluvia. Apareció y se fue y yo esperé con el mando del video en la mano hasta que volvieron a salir y le di al "rec" cuando lo hicieron y lo ponía una y otra vez cuando nadie me veía para sentirme acompañada aun estando sola. Lo miraba y pensaba que eso tenía que ser amor, ahora sé que no lo era, que era marketing, pero yo no podía dejar de mirarlo, de sentir que quería ser una de ellas igual que mis amigas decían que querían ser la chica que besaba a Nick Carter en alguno de sus videoclips y llegó ese momento en el que alguien te descubre, en el que te reprochan que ver eso te está comiendo la cabeza, ese momento por el que todas hemos pasado y en el que todas nos hemos preguntado que tiene de malo querer saber que es lo que sientes, querer sentirte acompañada, normal, libre...

Velasco encontró ese momento al leer la carta de Aurora y en las palabras de Celia cuando le explica que ser normal no es lo que dicta la sociedad, que no hay amores desviados si no se hace daño a otra persona, encontró lo que muchas buscábamos, buscan o buscarán, en películas, en libros o en otras personas que como ella no tienen miedo de decir lo que sienten, en esas personas a las que al ser minoría pones en duda porque son el reflejo de ese demonio al que te han dicho te estas arrojando, en esas personas que de felices que son te provocan envidia por muy desdichado que haya sido su pasado porque sientes que tu propio presente es aun peor. Y es que, mientras se siga educando bajo el yugo de lo que es normal para quienes se consideran mayoría, seguirá habiendo amores buenos y amores malos cuando el amor debería ser indiscutible.

Dicho todo esto, solo me queda agradecer una vez más a todo el equipo de Seis Hermanas, a los guionistas, directores, actrices y actores lo que hacen cada tarde. En especial a Candela Serrat por dejar que Celia se le meta tan dentro que traspasa la pantalla y nos hace ser, a Luz porque cuando apareció se implicó hasta el punto de convertirse en la Aurora de todas y ahora a Dani por darle a Velasco el poder del pasado que en algunas ya se fue, del presente que para muchas es y del futuro que, desgraciadamente será porque queda mucho por hacer. Tanto que aún no se ha hecho "nada", porque sí, en muchos países podemos casarnos y adoptar y ser un matrimonio más a ojos de la ley pero... ¿Qué somos a ojos de una sociedad que se escandaliza porque un jugador de futbol sea homosexual? ¿Qué se lleva las manos a la cabeza cuando Disney plantea que una princesa quiera besar a otra princesa? ¿Que juzga a quienes solo queremos ayudar a los hijos que tu eres incapaz de comprender porque crees que les comemos la cabeza cuando en realidad lo único que hacemos es acudir a su grito de "ayúdame"?

No puede negarse que desde 1914 se ha avanzado pero hoy, un día triste para el mundo cuerdo que rodeado de locos no comprende como uno de ellos ha asesinado a sangre fría a más de cincuenta personas solo por amar con libertad a quienes probablemente él tuviera miedo de amar, queda más demostrado que nunca que tampoco puede negarse todo lo que queda por hacer.


Adriana Marquina

3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con vos en todo...y recuerdo lo que en algún momento de la entrevista dijo Candela..."la aceptación de la que tanto hablamos es en muchos casos de la boca hacia afuera"... Doy gracias por ser de esas personas que contó con un entorno que hizo que fuera como respirar pero debo decir que hasta que pude decirlo (también a los 12) yo misma,por todo lo que veía y oía me obligué a callar. Hoy día si alguién dice algo sobre algún homosexual y mi madre está presente no me da tiempo a decir nada...Es ella quien pone los puntos sobre la ies. Esperemos podamos hacer entender a las personas que no nos entienden que simplemente somos personas que amamos y quizás mas que ellos porque no está en nosotros ese sentimiento del que sufren. Abrazo enorme!!

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