Burgos 04 - Marzo - 2018
¿Por qué no sales y te me abrazas a la espalda? Hace una
noche preciosa. La luna está llena, dos locas más no van a llamar la atención.
¿Por qué no sales y te me abrazas a la espalda? ¿Y me besas
el cuello despacio? El aire apenas se mueve, pero me imagino tus labios en mi
piel y se me eriza hasta el último vello del cuerpo.
¿Por qué no sales y te me abrazas a la espalda? ¿Y me besas
el cuello despacio? ¿Y rodeas con tus brazos mi cintura? Inmóvil, intentando no
ceder ante el deseo en tu aliento cálido.
A veces no sé distinguir los sueños de la realidad.
¿Por qué no sales y te me abrazas a la espalda? ¿Y me besas
el cuello despacio? ¿Y rodeas con rus brazos mi cintura? ¿Y me giras con cariño
para que pueda morderme el labio al saber que esa sonrisa que me robó la cordura
el primer día que la vi por fin va a ser mía? ¿Y me derrita en el momento justo
en el que eso ocurra?
Miro al cielo y me imagino el calor de tu boca en mi boca.
La pasión de tu mano perdiéndose en mi pelo. La otra en mi pecho. Las mías en
tu espalda, por debajo de ese pijama que ya te he quitado cuando has entrado al
salón con él.
Te busco a través de las cortinas, pero no te encuentro.
Suspiro, porque entraría para ver si me cruzo contigo en el pasillo y me atrevo
a cortarte el paso con un beso.
¿Y si estuvieras en el pasillo pensando por qué no entro y te
abrazo por la espalda? ¿Y te beso el cuello despacio? ¿Y te rodeo con los
brazos la cintura? ¿Y te giro con cariño para robarte la cordura que
apuntalaste el primer día en el que deseaste mi boca?
¿Por qué no entro?
¿Por qué no sales?
¿Por qué no dejamos que nuestras manos dibujen nuestros
cuerpos? ¿Qué nuestros besos los midan? ¿Qué las caderas encajen? ¿Qué nuestros
labios se besen? Al galope.
Quiero perder.
Quiero perder el aliento.
Quiero perder el aliento contigo.
¿Para qué sirve el aire que tu no respiras?
Me decido a entrar y te veo aparecer por la puerta dispuesta
a salir. Nuestras miradas ya se habían cruzado así en otras ocasiones. Ellas se
conocen mejor de lo que nunca nos conoceremos nosotras. Ellas, no nos entienden.
Creo que no son las únicas.
¡Y no! No vas a abrazarme por la espalda. Ni a besarme el cuello
despacio. Ni a rodearme la cintura con los brazos. Ni a girarme con cariño para
que pueda morderme el labio sabiendo que esa sonrisa que me robó la cordura el
primer día por fin va a ser mía. Ni me voy a derretir. Pero lo haría.
¡Y no! Tú tampoco te vas a derretir.
Pero lo haremos.
Aunque solo nos atrevamos en sueños.
Adriana Marquina
Precioso, como todo lo que escribes.
ResponderEliminar