domingo, 1 de octubre de 2017

Recibiendo La Llamada

Acabo de salir de ver La Llamada y quiero volver a entrar. Esta sensación de que me he perdido cosas me está pudiendo y es que cada personaje tiene tanto que dar que tengo la sensación de que necesitaría conocerlos un poco más. Quiero entrar en La Brújula y dormir en alguna de las literas de la cabaña solo para encontrar un momento en el que detenerme a mirar todo lo que ponía en la tabla sobre la que duerme María, esa madera bajo la que duerme Susana. Ver las fotos y sentir en sus miradas que son la misma persona dividida por la mitad. Observarlas, envidiarlas y, por qué no, desearlas desde la culpabilidad adolescente que te hace espiar a través de una ventana o arrodillarte ante un desconocido que te canta canciones de Whitney Houston. Quisiera abrir la maleta de Milagros, esa en la que guarda todo cuanto es porque cuando se dio cuenta de que había elegido mal se persignó por los demás y se olvidó de ella. Abrirla y colocar cada recuerdo en un mural que pudiera construirla de nuevo, que pudiera devolverle las palabras que se le atascan porque tiene tanto que decir y ha dicho tan poco que se ha olvidado de cómo utilizarlas. Y aunque los secretos de Bernarda no es que me intriguen en exceso… por si acaso, reconozco que me encantaría verla en su habitación empezando desde cero alguna de sus coreografías.

Tengo que admitir que he oído a mi amiga Marina hablar de La Llamada hasta la saciedad. Y que conocerla y saber con qué pasión escribe sobre las cosas que le gustan, que la hacen sentir, que la hacen olvidarse de este mundo que se derrumba y le sacan una sonrisa, o una lágrima de emoción, hizo que comenzase a preguntarme qué tendría la historia para que le gustase tanto, creo que ahora lo entiendo. Entiendo que cuando creces rodeada de personas que te comen la cabeza, encontrarte con una representación de ellas que te deja ser, te haga recuperar un poco la fe que te hicieron perder. Pero no la fe en Dios, esa decisión a estas alturas me da que ya es irrevocable, si no la fe en ti misma. Es como si te hiciera sentir bien descubrir que a pesar de todo puedes cogerle cariño a un hábito. Que incluso podrías ponerte a bailar con ellas, que la fuerza con la que te has enfrentado a la vida para ser quien eres, ya te permite reírte de todo cuanto te hicieron sentir.

Lo mejor de la brújula de esta historia, sin lugar a duda alguna, es que elijas el punto cardinal que elijas, nunca vas en dirección contraria a nadie porque, en tu camino, hay sitio para quienes andando el suyo te quieren acompañar y en los suyos, hay un sitio para ti por si necesitan que seas quien acompañe. 

Era un poco reacia a recibir La Llamada y ahora me arrepiento de no haber ido a verla al teatro, pero me alegra haber caído al fin en ese campamento en el que quieras ser quien quieras ser, dejan que te des cuenta sola, o con la ayuda justa (Qué momentos los de Anna y Belén) (Que momentos los de Anna y Macarena) (Qué momento la última aparición), si la dirección que has escogido es la que te hará feliz o no y que si no lo es, NO PASA NADA porque en uno de los cruces que da la vida, siempre puedes cambiar el rumbo y abrazarte a la fe, pero a la fe de ser quien sientes ser.

Adriana Marquina

1 comentario:

  1. La veré el lunes ya te diré que me pareció pero esta muy bien tu critica

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